Quizás en pocas oportunidades se vio un panorama tan claro para tomar una decisión sobre por quien votar o a cual candidato podría elegir la mayoría, de cara a las próximas elecciones regionales del 29 de octubre de este año.
La desmentida creencia hasta hace pocos años de que la sola figura del saliente alcalde, Diego Ramos, era algo así como la “llave mágica” de la solución de los distintos inconvenientes del municipio, caldeó la paciencia de los ciudadanos.
Sea por la mala salud del primer mandatario de los dosquebradenses, el notorio e indisimulable avance de la corrupción, el aumento paulatino de la inseguridad, sin contar la verdadera comedia de enredos en la cual se convirtió la eventual respuesta de la Alcaldía, dispararon el desinterés hacia la participación política.
El “no sabe / no contesta” de las opiniones en las consultas acerca de la favorabilidad individual hacia alguno de los distintos aspirantes, sigue dando la impresión de ser la opción más votada, salvo a la hora de los resultados electorales definitivos, cuando la verdad saldrá a la luz.
Sin embargo, existen factores capaces de inclinar la balanza y no pasan por el voto en blanco de la anti política, la elección del “menos malo” ni tampoco a través de los candidatos “ungidos” o los aparatos, que más de una vez cedieron frente a la voluntad popular.
Claridad
Alcanza con observar a todos y cada uno de los eventuales “inquilinos”, analizando sus posibilidades.
Aún con la solidaridad que un atentado contra la propia vida suele despertar en la población, la candidatura de Juan Pablo Cano no termina de despegar. Su imagen joven, de constituirse en alternativa de cambio frente a los sectores que siempre condujeron los destinos del municipio, se encuentran todavía demasiado lejos de seducir al elector.
Desde luego, sería una grave falta de objetividad hablar de una “candidatura negociable”, hasta ser la realidad la encargada de demostrar lo contrario, si se tiene en cuenta su incapacidad de convencer, generar credibilidad, lejos de la certeza de seguir siendo un signo de pregunta para el electorado. Muy probablemente a futuro, de perseverar en el intento, de mantener la debida coherencia política, la figura de Cano pueda cobrar una mayor relevancia.
Los otros dos son Tatiana López Saldarriaga, bautizada por la transitoria jerga política actual como “la candidata del alcalde Diego Ramos” y Roberto Jiménez, quienes se disputan a la vez el mismo segmento del electorado, además de ser interpretados de alguna manera como los “aspirantes del continuismo”.
Puede decirse que ambos cuentan con el apoyo de una clase dirigente local desgastada, cuya cohesión en la mayoría de las ocasiones se halla construida sobre los pilares de la acostumbrada “cuota económica”. Esta consiste en contratos de prestación, cuotas burocráticas, tráfico de influencias y a veces también, de mal llamados “acuerdos programáticos” lo suficientemente onerosos para ameritar todo tipo de “lealtades”.
De allí a que contar con la “adhesión” de la casi totalidad de los concejales o al menos de muchos, no implique tener asegurada la llegada a la Alcaldía, más cuando la gente de a pie está harta de comprobar semejantes prácticas en la cotidianidad. Esto, mientras la inseguridad, el micro tráfico, las vacunas, las irregularidades administrativas, entre otros males mayores, se van acumulando, al tiempo que muchos responsabilizan a la clase política con nombres y apellidos de la situación.
En resumen, aunque se disputan de algún modo la “sucesión”, la “herencia de las bondades del poder”, si López cuenta con el peso de la desaprobación del otrora pujante Diego Ramos, del polémico apoyo de Juan Pablo Gallo con todo cuanto significa, Jiménez carga con la desfavorable notoriedad del hermano, alias “Macaco”, hoy gestor de paz y la del procesado ex senador, Mario Castaño, sumado a sus controvertidos ataques verbales como “la frutilla de un postre” que se come solo.
¿Por qué Toro?
Cuando más se ciernen los rumores de que las campañas tanto de Tatiana López Saldarriaga como de Roberto Jiménez “ya están negociadas”, a través del presunto nombramiento a futuro de concejales para ocupar secretarías o puestos de relevancia en empresas como Serviciudad, por citar algún ejemplo, más se posiciona la figura de un aspirante, de espaldas a ese mencionado concierto de lo inadmisible.
De forma contraria, al ex personero de Dosquebradas, Óscar Mauricio Toro, se lo puede observar haciendo la política exactamente al revés. Del mismo modo que no dudó en denunciar los vicios, las malas prácticas políticas, las distintas irregularidades de la actual administración cuando otros hubieran callado, priorizó el entendimiento con las distintas comunidades en lugar del entendimiento burocrático.
En vez apostar a las cúpulas, dicho y reconocido por los habitantes de a pie, nunca se sustentó ni contentó con ser el “delfín” de nadie, tratando de rescatar la figura del dirigente político llegado para servir, yendo, apuntando hacia dónde surgen los inconvenientes derivados de la cotidianidad, sin esperar el llamado.
Más allá de estar de acuerdo o no con sus convicciones políticas, sabe brindar con éxito la imagen de un hombre capaz y honesto, ante todo, decidido a poner el ejercicio del poder real, las amplias capacidades de la administración, al servicio de los contribuyentes quienes lejos de gozar de privilegios, no demandan más que recibir el beneficio de lo aportado mediante el pago de impuestos.
Ese ejercicio democrático por parte de Óscar Mauricio Toro, siempre de cara a los sectores más vulnerables con propuestas viables para Dosquebradas, no obstante, supo granjearse el apoyo de empresarios e industriales, quienes lo ven como el único hombre capaz de garantizar no sólo reactivación económica, sino la pujanza de la cual hace gala incluso el Himno Municipal.
Su credibilidad comprobada dentro del electorado no se pretende hacer sobresalir por expreso deseo e interés de los administradores de este sitio, ni del autor del presente artículo de análisis político, buscando alcanzar la mayor objetividad posible. Lo indican las encuestas imparciales, ubicándolo al menos diez puntos encima de su más cercano perseguidor en la carrera a la Alcaldía.
Por estas y otras razones, hasta ahora todo parecería indicar el inmediato advenimiento de Óscar Mauricio Toro como primera autoridad del “Municipio Industrial”. Sobre todo, por ser quien mejor representa la posibilidad de hacer efectivos los cambios que demandan sus habitantes, a partir de la facultad de devolverles el control de la administración de la ciudad y saber cuánto ocurre, quien es quien en su interior.
De allí, no debido a distintas cuestiones, pueda afirmarse con absoluta certeza de que no debería tener mayores obstáculos para ser el próximo Alcalde de Dosquebradas.
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*
*Periodista, escritor, poeta, actor y cantautor argentino. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA, así como de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante del Círculo de Poetas Ignotos.
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