Carlos Alberto Ricchetti, amor incondicional a Colombia
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Carlos Alberto Ricchetti, amor incondicional a Colombia


El entrevistado siempre fue un amante incondicional del horario nocturno. Por esa razón, le sugirió telefónicamente al periodista buscar el momento y el sitio acorde para “inspirarse mejor en las respuestas”. La elección recayó en una elegante galería de la ciudad de Pereira, frente a la Plaza de Bolívar, justo cuando caía el atardecer. El argentino llegó alrededor de veinte minutos tarde, aunque valió la pena esperar tanto. “Discúlpeme la demora, pero tuve que resolver algunos inconvenientes”, expresó eufórico luego de saludar, con el rostro empapado de sudor. La ronda de preguntas comenzó de inmediato.


¿Le desagrada el clima de Colombia?

Mire…Lo único a lo que no me puedo adaptar de este país maravilloso, es al tiempo y a la forma de llevar adelante la política, al menos desde el gobierno, porque como me enseñó uno de los tantos maestros que tuve en la materia, “la política es maravillosa; son los hombres los encargados de emporcarla”. Desde la mañana temprano, cuando la gente se levanta, al decidir si primero va al baño o a desayunar, ya está haciendo política. Y en cuanto al factor meteorológico, ocurre que de donde yo vengo, hay mucha rotación climática, cuatro estaciones. Acá el clima es primaveral todo el tiempo y uno se siente como un queso estacionado. Salí a mi madre, que cuando hace demasiado calor se suele descomponer. En cambio, tanto mi padre como la menor de mis hermanas, parecen sombrillas: adoran el calor, les encanta exponerse a él. El término medio es la mayor.


Pero vayamos desde el principio. Hábleme de usted…

¿Por dónde quiere que empiece?


Nombre, lugar de nacimiento, edad…

Mi nombre completo es Carlos Alberto Ricchetti. El apellido de mamá es Cavagliato, pero allá lo omitimos a la hora de completar el formulario de los documentos, a fin de ahorrar espacio. Vine al mundo el 7 de octubre de 1969, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el marco de una época muy difícil para Colombia y la Argentina. Con respecto a la edad, no me ofendo si me la pregunta. No soy una señorita coqueta. Pero como ya que le dije la fecha, encárguese usted de sacar la cuenta (risas).

Continuemos…Al llamarlo, usted prefirió este horario. ¿Por qué no la mañana o la tarde?

Es una cuestión de preferencias. Antes de ser periodista como usted, mi estimadísimo Hofernes, era aficionado a escribir y tenía un grupo de música. Fui la mejor redacción de séptimo grado a los doce años. A las poesías,me dedico desde que tenía catorce. Los cuentos de terror, además de las letras de las bandas donde estuve,vinieron después, aunque hoy estoy inspirado en temas más realistas, vinculados hacia lo social. Soy bohemio, como esos bombillos que se encienden con las

primeras sombras del anochecer. No quiero decir que sea una persona irresponsable, ni mucho menos. Si bien concurrí durante casi toda la escuela primaria el turno tarde, el bachillerato lo curse “a la hora del Ángelus”. Pero fiel a la vieja costumbre, me gradué en una nocturna. La escuela de periodismo, también la hice a la hora que desayunan los vampiros. Entraba a las siete de la tarde. A esta hora, ya hacía cuarenta minutos que estaba estudiando. Y no me arrepiento del hecho. Fue una de las mejores épocas de mi vida. Alo mejor, la hubiera desarrollado según los “parámetros ordinarios”, me hubiera perdido de seguro las amistades, los amigos, las emociones que disfruté con tanta intensidad.



¿Cómo llegó a la política?

Es una larga historia, aunque voy a tratar de resumirla. Desde chico, no sé porqué, siempre tuve “una par de antenas demás paradas”. Recuerdo hechos que ocurrieron apenas cuando tenía unos pocos años y aún muchos no me creen cuando se los digo, como la muerte del Gral. Perón, la llegada de los militares al poder, el conflicto limítrofe con Chile o la mismísima Guerra de las Malvinas. Para el tiempo en que vino la democracia, conocía de memoria todos los nombres de los candidatos, los partidos y los números de las listas. Si me hubieran visto lo triste que estaba cuando ganó Alfonsín y perdió el justicialismo… ¡Me quería matar!...


¿De tan joven era peronista? ¿Por qué?

Porque siempre fui una persona como dicen ustedes los colombianos: Juiciosa. Desde chico, traté de averiguar las cosas por mí mismo, hablar con la gente mayor. No tanto con mi padre, aunque el es un peronista ferviente, aunque más hacia la derecha. El abuelo paterno, mamá, la abuela materna, me inculcaron la excelencia de los gobiernos peronistas, indudablemente los mejores de toda la historia argentina, porque fueron los únicos en hacer algo por la gente y el país. Algunos amigos y conocidos, en el resto de la familia, había elementos apátridas, es decir “gorilas”, antiperonistas a ultranza, lo mismo que decir “elementos en contra del pueblo”. No me entraba en la cabeza como podían estar tan encarnizadamente en contra de un partido, una ideología, de unos gobiernos a los que le debían su fortuna, desarrollo, bienestar, una cantidad innumerable de conquistas políticas, sociales y económicas. Creo que el problema era que no podían estafar, explotar, ni pagarle lo que querían a los empleados, a la gente. Incluso, fuera de la familia, hubo algunos que se volvieron “contreras”, porque los gobiernos peronistas los pescaron “in fraganti” cometiendo agiotismo o especulación. Otros, en cambio, como a la gente les convenía más comprar casas que alquilar, sin contar el congelamiento de los arriendos hecho por Perón, nunca se la perdonaron. Hizo falta un gobierno asqueroso, vil e inmundo como el de Carlos Menem, el cual me robó toda la adolescencia sin dejarme realizar como individuo, para que termine por alejarme del peronismo, porque se volvió la antítesis de lo que predicaron toda su vida Evita y Perón: La Soberanía Política, alcanzada a través de la Justicia Social y la Independencia Económica. Algo así, como lo que le debe haber pasado, le ocurre y le sucederá a muchos liberales “desencantados” con Uribe Vélez. Menem devastó a mi Patria, le destruyó el aparato productivo, la desmanteló a nivel económico, dejando a millones de personas hambreadas y sin trabajo, precisamente en el país de la comida y el pleno empleo, donde cincuenta años antes, no había deuda externa, la mitad del producto bruto interno (PBI) se destinaba a pagar salarios, los obreros tenían casa y auto y los camareros, hasta yates para irse a navegar…


Hábleme de su militancia en la izquierda…

Creí comprender que mi movimiento, el peronismo, versión “gaucha” del gobierno popular, había traicionado al Pueblo y en especial a sí mismo. Hasta ese momento, me definía como ahora: era un peronista con ideas de izquierda, simpatizante de la Revolución Rusa, del movimiento obrero organizado y de las masas, agobiadas por las oligarquías, los grupos económicos vendepatrias y los personajillos neoliberales. En 1991 empecé a militar en el trotskista Movimiento al Socialismo (MAS), liderado por el entonces ya fallecido Nahuel Moreno y Luís Zamora, entre otros destacados dirigentes. Y puedo decir que halle una suerte de “redención”, de realización en ello. Fueron momentos donde yo dejé de concebir la ideología política con un neto corte pasional y le añadí la parte análoga, técnica. Apenas tenía veintidós primaveras y era muy apreciado como dirigente político. Querían que fuera líder. Elogiaban mucho mi forma de hablar con la gente. Hasta llegaron a tenerme en cuenta, al menos por un tiempo corto, para hacerme candidato del partido. Conocí personas excepcionales como el Profe Jorge, uno de los mentores que más recuerdo, a Sergio, a Jorgito, un muchacho que trabajaba en los supermercados “Hawai”, Laura, Andrea, “El Negro” Hugo…Y allí andaba yo, revoleando la melenita rockera, escribiendo poesía a “dos manos”, tocando el bombo de frente a las cámaras de televisión, sin importarme las consecuencias de si algún día me venían a llevar. Fueron tiempos de gloria, de puro arrojo, típico de adolescente soñador, con verdaderas inquietudes sociales. Cierta vez me agarró un amigo en común y me dijo, con lágrimas en los ojos: “Yo a tu edad, hace veinte años, tenía una novia que escribía como vos. La policía le pegó treinta y cinco tiros en la cara. ¿Se imagina, Holofernes querido, si hubiera hecho esas “cositas” en Colombia? Ahí sí que me aplican la “Seguridad Democrática”, pero a plomazos limpios. Y eso si primero no me agarra algún amigo “paraco” con una motosierra…


¿Y usted dejó de ser peronista?

A eso quería referirme. El peronismo es un movimiento que toma lo mejor de todas las confesiones políticas, entre ellas, la de darle un sentido “nacional” a la izquierda. Es la “interpretación argentina” del gobierno del Pueblo “a la argentina”, que ahora vuelve a asomarse otra vez con el presidente Néstor Kirchner. De ser un fanático peronista, por una cuestión de formación más técnica y analítica que pragmática, pasé a transformarme en un admirador de distintos aspectos de los gobiernos peronistas. Como le decía, siempre me gustó la izquierda. En mi interior, fui, soy y seré de esta tendencia, porque siempre antepondré las personas a las cosas o a las ideas, ya que sin las primeras, las demás no tienen ningún sentido de ser. ¿De qué sirve una nación rica, si en cambio la gente es pobre, no tiene trabajo y para colmo, debe irse de un país como Colombia, de una ciudad con tantas potencialidades como Calarcá, para procurarse el sustento que los presidentes, los gobernadores, los alcaldes, les niegan en su tierra natal? ¿A quién beneficia el crecimiento económico, cuando los que se enriquecen son un grupillo de empresarios arrodillados a los yanquis y la mayoría se mueren de hambre?...


¿Cuándo decide irse de la izquierda?

No existió un motivo ideológico, pero si una cuestión ética y moral. Un 1º de mayo, vamos a la Plaza de los Dos Congresos, en el centro de Buenos Aires. Fue un período donde luego de una profunda crisis interna, la tendencia morenista del partido, a la cual pertenecía, rompe con la dirección, dominada por la tendencia bolchevique, más claudicante e inmersa en el “derrotismo noventista”, el “fin de la historia” y la mentira de la “muerte de las ideologías”, propiciado tan alevosamente por la pseudo democracia liberal de mercado. Ante semejante quietismo, las muchas vacilaciones y la “tensa calma” de “sentarse a esperar a ver que sucede” para “más tarde ver que se hace”, los morenistas rompimos y fundamos el Movimiento de los Trabajadores por el Socialismo (MST). Para colmo, en ese acto convocado por las distintas facciones de izquierda, advierto hechos que nunca olvidaré en la vida. Observo a un militante del Partido Comunista Argentino, disfrazado del “Che” Guevara, haciéndonos el gesto con el dedo (!); a los del Partido Obrero, trotskistas como nosotros, a puñetazos limpios con otros partidos; compañeros que estaban a mi lado y que silbaban a unos sindicalistas radicales que asistieron al acto, además de un sinfín de acontecimientos que me echaron el ánimo al suelo. Me dije a mi mismo: “¿Y estas pintas quieren tomar el poder el día de mañana? ¿Cómo lo van a lograr? ¿Peleándose y dividiéndose unos, sosteniendo discusiones dogmáticas y mojigatas a esta altura de la historia, como por ejemplo que Lenin era pelado, contra otra porción ultra minoritaria, afirmando a rajatabla que se teñía el bigote de pelirrojo, a su vez en contra de una tercera, señalando que se disfrazaba con portaligas cuando viajaba de incógnito a Siberia?”. Y allí mismo grité para mis adentros: ¡Para colmo que somos cuatro gatos locos, ni siquiera somos capaces de tolerarnos!”. Sentí gran pesar, una angustia terrible. Pero para esa noche, ya había tomado la decisión unilateral de hacerme humo...


¿Cómo se incorpora a las filas de la Unión Cívica Radical, la UCR?


Hastiado y aburrido por el desempleo, entré a un comité y les pregunté a unas personas si necesitaban periodistas para escribir. No tenía experiencia trabajando en partidos tradicionales, dejándome captar. El trabajo nunca me lo consiguieron, pero por estúpido que pueda parecer mi razonamiento, en cambio conocí amigos a quienes quiero y respeto a pesar de cualquier diferencia, como a Carlitos Palacios, a Norma, Pachi, Roberto, la “Uruguaya”, Alicia, Roberta, Don Pedro, Leandro, Riquelme; Cristina, que en paz descanse Leandro, Susanita, Teresa, Carlitos, Anita, Stella Maris, el “Flaco”.


Terminé entrando en el radicalismo más por amistad y el oportunismo de organizar un frente común para expulsar al menemismo opresor de la casa de gobierno, que por auténticas convicciones. Recuerdo que un par de años más tarde, entré a trabajar en la Universidad de Buenos Aires por intermedio de ellos, gracias a lo cual me di el gusto de producir un primer CD de la banda. Veía a los muchachos del MAS, del MST, del Partido Obrero y me daban ganas de llorar. Como en la “Divina Comedia” del Dante, veía a Laura pasar en la carroza. En cambio, escuchaba a los radicales insultar a Perón; pelearse contra los menemistas, más por el folclore oligárquico de luchar con un gobierno de cuño popular. Me sentía demasiado incómodo. Una vez, no me olvido más, charlando con una chica de un partido de izquierda cuyo nombre no recuerdo. Me llamó: “Burócrata”. En ese instante, hubiera querido que me trague la Tierra. Pero al igual que enseña el “Martín Fierro”, “lo primero es la palabra, lo segundo amistad”. No podía traicionar a las personas que me habían ayudado, aún a sabiendas de mis ideas indisimulables.



¿Y cuál fue el motivo de su “matrimonio en segundas nupcias con el peronismo”?

Como enfatiza el tango de Gardel y Lepera, “Siempre se vuelve al primer amor”. En medio de tantas frustraciones, conocí al concejal Raúl Padró a comienzos del 2001. Líder de la Agrupación Peronismo Doctrinario del Movimiento Nacional Justicialista, lo tenía visto de la televisión, de los carteles y de las pintadas barriales partidarias. Entré en conversaciones con él, me dio a entender su visión de la política y arribamos a muchas coincidencias, a pesar de que muchos de nuestros criterios son distintos, por no decir opuestos. No obstante, de algún modo me reencontré con mis orígenes ideológicos, con todo aquello que uno supo admirar de más joven. Padró es una persona extremadamente capaz.


¿Podría describir los motivos que lo trajeron a Colombia?

¡Por supuesto! ¡No sabe cuanto esperaba que me haga esa pregunta, Holofernes! (La tentación hace que el periodista y el entrevistado reincidan en su alegría). Bueno…Tuve la enorme fortuna de contactarme con mi futura esposa en una fiesta de amigos en común, hacia 2002. Vino a conocer Buenos Aires y quedamos prendados. Enseguida nos pusimos de novios. Poco tiempo después tuvo que volver. Cuando se fue, alcancé a sentir como se iba mi corazón en ese dichoso vuelo de Avianca. Mantuvimos el contacto durante un año. Junté el dinero del pasaje, organicé mis pertrechos y yo, que ni siquiera conocía el Uruguay por fotos, me aventuré hacia Colombia el día de Nochebuena de 2003. Aquí estoy. No me fui más…


¿Qué idea tenía de Colombia al momento de arribar al país?

Sabía de los múltiples problemas políticos, socioeconómicos y de narcotráfico, del conflicto interno fraticida, institucionalizado gracias al accionar despótico de una clase dirigente, la cual no está en absoluto a la altura de las circunstancias, en complicidad con la tiranía que ejercen los Estados Unidos de América. Así, en nombre de una falsa concepción democrática-neoliberal de mercado, a cuya sombra se enriquecen los mal llamados “Hermanos del Norte”, los pueblos del mundo padecen, día a día, las tristes consecuencias de la única libertad que se les predica: la de morirse de hambre. Quiero hacer énfasis en ello, no por el mero acto de despotricar contra el mundo, ni mucho menos ensuciar de manera gratuita, el honor, el decoro de esta Magnífica Nación, la cual me obsequió de buena fe gran parte de lo que tengo. Vivo en Colombia: Me dio a mi esposa, la mujer que más amo en el mundo. Como de su plato, lo comparto, servido con la sonrisa y el sacrificio de su gente. Soy feliz cada mañana al despertar, encontrándome entre sus montañas. A veces tengo ganas, siento que sería capaz de cortarme en pedazos, si con ello pudiera lograr hacer a los colombianos un poco más felices y devolverles al menos una pequeña parte de todas aquellas cosas que me obsequiaron con tanto amor, desde una sonrisa, hasta el tinto más humilde. Si existe el Dios en el que creo fervientemente, Él es el único testigo de cuanto la quiero a Colombia. Y como la verdad es hija del tiempo, puedo dormir sobre mis palabras con la conciencia tranquila, porque el futuro, traducido en hechos, me va a dar la razón…


Según su experiencia política; ¿que diagnóstico le merece Colombia?

Antes desearía aclarar que no hablo como un extranjero oportunista, sediento de vaciar sus arcas nacionales, ni de consideraciones fútiles, porque esa clase de personajes sobran. Quiero hacerlo desde el corazón. Perdón… Tal vez me tomo dichas atribuciones, porque me resulta imposible permanecer indiferente frente a la impotencia de ver niños, hombres, mujeres y ancianos sufriendo hambre, miseria, exclusión social, sin esperanzas. Me subleva ver tanta injusticia, a veces recayendo en oídos sordos: ¿Cómo puede ser que en Colombia, un país rico, donde usted escupe el suelo y crece un árbol, de una diversidad que es la envidia del mundo entero, haya individuos que estén padeciendo desnutrición, no tengan trabajo y para colmo, carezcan de toda índole de necesidades cualitativas? ¿Qué mal pueden haber cometido los colombianos, para merecer tantos males, mentiras, infamias, crueldades terribles de parte de su clase dirigente, la cual es en realidad empleada suya, ya que se nutre de los impuestos abonados con el sacrificio de quienes, en su mayoría, apenas ganan para comer? No lo puedo concebir de ninguna manera. Esto lo digo con el lógico dolor de conocer a ciencia cierta la realidad, con la angustia inmensa de contemplar este panorama desolador. Lo sucedido en Colombia, para mí es de alguna manera como una especie de película ya vista y harto conocida, un reflejo de los errores, mejor dicho, “horrores”, que costó décadas superar. Y aunque los mecanismos oficiales insistan en “estar transitando la buena senda”, el final es previsible, muy a pesar de querer cambiárselo. Ustedes lo vieron en la televisión: Si en la Argentina, que no se debate en medio de una guerra civil, por muchísimo menos terminamos a los tiros, con muertos y el pueblo saliendo a la calle a decir: “Basta”; ¿cómo va a terminar Colombia, que sigue las mismas políticas o directrices de los responsables de nuestro propio vaciamiento? Sin palabras…



¿Hubo quienes a pesar de su sentido de pertenencia, le dijeron en la cara que usted no era de aquí?

Sí. Quizás Colombia no sea mi país, como me Sí. Quizás Colombia no sea mi país, como me insinuaron algunos, muy a pesar de aprender a sentirla dentro de mí. Es probable que me haya ilusionado de ser un integrante más de la Gran PatriaLatinoamericana que soñaron Bolívar y San Martín. Soy argentino. Es verdad. Eso es algo que no puedo cambiar. Aunque me considero mucho más colombiano que algunos nacionales que tienen el descaro de cantar el Himno; la mano puesta sobre el corazón, la boca llena de loas a la Patria, pero en su privacía, mientras muchos les creen, conspiran e incitan para traicionar a sus compatriotas, enriqueciéndose a costa de quienes matan, engañan y tienen el desparpajo de ir a buscar cada cuatro años para conseguir el voto. Pero en nombre de Dios, del Bien, de la Justicia y de la Comunidad de la que hoy formo parte integral, no puedo ni quiero permanecer indiferente al llanto, al reclamo silencioso de los más necesitados. Parafraseando al evangelio, si no creen en mí, que crean en mis obras. Y si no creen en mí, ni en mis obras, al menos que crean en lo que hago. Me encuentro aquí, sintiéndome una suerte de invitado de honor. Pago impuestos, servicios. No vengo a llevarme nada. Insisto en poner el hombro, darle a Colombia todo lo que soy o puedo generar. Si me consideran un colombiano más, lo asumo como un gran privilegio y honor. Ahora, en el caso de que me sigan viendo como extranjero, al margen de lo que pueda sentir o pensar, ojala que los colombianos tengan el acierto, la fortuna o el buen tino de saber asimilar a quienes compartan mis ideales y sentimientos por Colombia.

¿Cómo llega a Calarcá y al Polo Democrático Alternativo?

La “descubro” cuando de la noche a la mañana, me piden llevarme para conocerla y allí es cuando empiezo a vincularme. La primera impresión que tengo de la ciudad, es su fisonomía, la calidez de esas pequeñas cosas que le otorgan una característica muy particular, por no decir única. Falta bastante para rescatar al país del atolladero en que se encuentra. Hasta comenzar a cristalizarse los mecanismos para reactivar el aparato productivo, el empleo, el consumo interno de la población, las metas no serán alcanzadas. Aunque el sólo hecho de pertenecer al POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO, de trabajar concientizando a la gente para aspirar a una Colombia de todos y por todos, de poder hacer algo por mis apreciados hermanos colombianos, es lo más cercano que puedo experimentar a la realización, porque siento que puedo poner mi “granito de arena”. Ya de por sí considero un privilegio aspirar a la consolidación definitiva del único movimiento político, comprometido en sustraer al país del lugar donde lo sumieron la desvergüenza, la incapacidad y la ignominia. A tal efecto, trabajaré con humildad, sin descanso, para contribuir en la refundación de una Nueva Colombia


En la calle no queda un alma. La profundidad de la noche, la taza de café frío a la mitad, dejada al abandono del sereno y de una larga conversación, advierten que el encuentro debe concluir cuanto antes. Las diestras se despiden. El argentino se marcha por la carrera octava, arrastrando lentamente los pies. Al girar en la esquina de la plaza, las sombras lo fagocitan, envolviéndolo dentro de un halo de misterio, idéntico al de su llegada. ¿Qué pensará de ahora en más? ¿Cuándo volverá a aparecer? Ni los ángeles del cielo pueden adivinarlo…*


*Al momento de la nueva publicación de esta entrevista de mediados de 2007, pasaron 15 años. Cansado de lidiar con el sector MOIR, Carlos Alberto Ricchetti hizo parte del grupo de militantes del Polo Democrático Alternativo que acompaño al actual presidente electo, Gustavo Petro en su salida de dicho movimiento de izquierda, desembarcando en la Alianza Verde. Nuevas rencillas, sumado al divisionismo permanente, lo llevaron a desencantarse y dejar temporalmente la política pero no del todo, ya que unos años después funda Diario EL POLITICON DE RISARALDA. Aprovecha la situación para comenzar a explotar de manera paralela su vocación literatura, publicando su primer poemario, "Mujer de Cal". Más tarde, interviene en dos nuevas antologías, mientras desde el periódico virtual apoya con desinterés los dos primeros intentos de Petro de hacerse con la Presidencia de la República, desempeñando el rol de acérrimo opositor al régimen uribista que dominó Colombia por casi veinte años. Durante las elecciones de 2022, es poseedor del único medio respaldando la campaña petrista, la cual acompaña a la victoria, siendo convocado a integrar la mesa de empalme regional en el departamento de Risaralda dentro del área de cultura, en vistas a la realización efectiva de la Nueva Colombia con la que soñaba desde su llegada al país. Ya no estan bohemio, amante de la noche, ni se acuesta tan tarde.



Entrevista: HOLOFERNES GUALANDAY FORNIDO*


*Periodista asirio de barricada, perdido en los confines neogranadinos.

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