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En Medellín, otro golpe uribista al arte y la memoria de los falsos positivos


Federico Gutiérrez, alias "Fico", redobló su poder tras las últimas elecciones y por ende, consolidó su poder como hombre fuerte del uribismo en la región después del polémico ex presidente, acatando su orden de ahogar si es posible a sangre y fuego todos los cuestionamientos contra el legado de terror que se extendió desde 2002 a 2010, que le costó a miles de personas opuestas al régimen derechista autoritario.
Federico Gutiérrez, alias "Fico", redobló su poder tras las últimas elecciones y por ende, consolidó su poder como hombre fuerte del uribismo en la región después del polémico ex presidente, acatando su orden de ahogar si es posible a sangre y fuego todos los cuestionamientos contra el legado de terror que se extendió desde 2002 a 2010, que le costó a miles de personas opuestas al régimen derechista autoritario.

El pasado domingo 12 de enero, artistas, líderes sociales y madres buscadoras se unieron en un acto simbólico para pintar un mural en el puente del Mico, en Medellín. Bajo el lema “Las cuchas tenían razón”, la obra buscaba rendir homenaje a las mujeres que han liderado la búsqueda de desaparecidos en La Escombrera, este espacio, marcado por el dolor de la Operación Orión en la Comuna 13, había sido recientemente escenario de un hallazgo histórico: los primeros restos humanos encontrados gracias a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidos y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).


Sin embargo, menos de 24 horas después, el mural fue cubierto con pintura gris por empleados de la Alcaldía de Medellín. Según el alcalde Federico Gutiérrez, esta acción responde a la necesidad de mantener el espacio público “limpio y bonito”. La decisión desató una ola de críticas, tanto de los colectivos artísticos como de defensores de derechos humanos. Margarita Restrepo, vocera de Mujeres Caminando por la Verdad y cuyo rostro aparecía en el mural, calificó el acto como una revictimización.


El presidente Gustavo Petro también se pronunció, señalando que el arte y la memoria no deben ser silenciados. Max Yury Gil, doctor en Ciencias Humanas y Sociales, calificó la eliminación como una violación al derecho a la memoria y la libertad de expresión.


Este no es el primer caso de borrado de murales en Medellín. La semana pasada, el grafiti “Nos están matando”, símbolo de denuncia contra el asesinato de líderes sociales, fue eliminado y posteriormente restaurado por colectivos artísticos. Estas acciones han reabierto el debate sobre la relación entre arte urbano, memoria histórica y políticas públicas en la ciudad.


Organizaciones como Fuerza y Graffitti han aclarado que estas intervenciones no responden a intereses partidistas, sino a la necesidad de visibilizar el sufrimiento de las víctimas. “La memoria no se borra”, expresaron los organizadores del mural, quienes consideran estas acciones como un ejercicio de resistencia pacífica frente al olvido.


La polémica crece en Medellín, una ciudad donde los murales han sido herramientas de memoria y denuncia. Para muchos, el gris que ahora cubre el mural no solo representa la pintura, sino un intento de borrar la historia y las voces de quienes aún buscan justicia.


Nexos con paramilitares


La juventud dejó impresa su marca en Medellín y aunque ahora pretenda ser borrada tanto de los muros como de la memoria, nunca podrá hacer callar la voz de la conciencia de las nuevas generaciones que reclaman justicia.
La juventud dejó impresa su marca en Medellín y aunque ahora pretenda ser borrada tanto de los muros como de la memoria, nunca podrá hacer callar la voz de la conciencia de las nuevas generaciones que reclaman justicia.

Durante el pasado mes de septiembre, el exfiscal Eduardo Montealegre le pidió a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y a la Fiscalía General de la Nación que investiguen los supuestos nexos del alcalde de Medellín, Antioquia, Federico Gutiérrez con la banda criminal ‘La Oficina’.


Según dijo, se debe definir la presunta relación de Gutiérrez con el narcotráfico.


“Yo sí quiero hacerle una sugerencia y una solicitud respetuosa a la JEP, para que se investigue a fondo si existen o no relaciones entre Federico Gutiérrez y ‘La Oficina de Envigado’; ese es un capítulo inconcluso, eso es una sinfonía inconclusa, Colombia es un país de sinfonías inconclusas, como decía Alfonso López Pumarejo y esa es una de las sinfonías que nosotros debemos seguir tocando para saber qué pasó realmente si es verdad o no es verdad que Federico Gutiérrez tuvo relaciones con ‘La Oficina de Envigado’”, afirmó Montealegre.


Agregó además que “está absolutamente claro que una persona muy cercana a él de su administración sí tuvo esas relaciones con ‘La Oficina de Envigado’, entonces hay que investigar cuál es la responsabilidad que tiene el superior y la responsabilidad en este caso es de Federico Gutiérrez”.


Dijo también que según el Derecho Penal Internacional, el superior debe responder ante ciertas conductas que cometan sus subalternos.


El exfiscal continuó asegurando que “los delitos que cometió ‘La Oficina de Envigado’ no están solamente ligados con el narcotráfico; eran narcotraficantes vinculados claramente a violaciones masivas de los derechos humanos”.


Montealegre le hizo también un llamado a la Fiscalía General de la Nación.


“Yo le pido a la justicia colombiana que profundice si existieron o no relaciones de Federico Gutiérrez, por acción u omisión con ‘La Oficina de Envigado’, es decir con el narcotráfico y con las violaciones masivas a los derechos humanos, no más impunidad en este país”.


El exfiscal es el abogado defensor del exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, quien en la mañana de este martes interpuso una denuncia penal contra Gutiérrez, por los delitos de injuria y calumnia ante la Fiscalía.


Derrota garantizada




La juventud colombiana en su mayoría, a diferencia de muchos de sus padres y familiares, no quiere ni acepta migajas del uribismo, precisamente, porque la realidad le hizo conocer la verdad histórica del país, en lugar de acatar la propaganda
La juventud colombiana en su mayoría, a diferencia de muchos de sus padres y familiares, no quiere ni acepta migajas del uribismo, precisamente, porque la realidad le hizo conocer la verdad histórica del país, en lugar de acatar la propaganda

La apuesta del uribismo y de toda la derecha recalcitrante del no cambio, es hacia los poderes de turno, los dirigentes adeptos a estas fuerzas políticas reaccionarias y retrógradas. Pero a pesar de la eventual seguridad que le garantizan esas "fichas aseguradas" tiene la batalla perdida.


No se trata de una frase tendenciosa ni mucho menos partidista. Simplemente, la derecha con su accionar perverso, asesino o hambreador, mientras sí supo conquistar a la generación desclazada responsable de llevarla al poder, perdió de manera contudente el favor de los sectores analíticos de la realidad, del mundillo del arte, la cultura, así como el de la juventud en general.


Alguna vez un referente uribista del Eje Cafetero aseguró que ni siquiera el propio Álvaro Uribe Vélez aspiraba a dejar un legado ideológico, a pesar de los denodados esfuerzos de antiguos escuderos de su régimen como José Obdulio Gaviria, quien paradójicamente no alcanzó a llegar a "la luz al final del tunel" en pleno Congreso, gracias al rápido accionar de un hombre de las ex FARC.


Del mismo modo que hasta en casos extremos los antiguos enemigos pueden ser futuros aliados y viceversa -de hecho, los mejores aliados de la derecha fueron los de la presunta extrema izquierda, dándole la razón a la hora de salir a "vender seguridad" o perjudicar al gobierno Petro- el uribismo junto a sus aliados, incluidos los del falso centro, tienen rota la relación con los jóvenes.


Es cierto que el Centro Democrático posee juventudes incluso mejores o más organizadas que las de otros partidos políticos. Pero si se le pregunta a la inmensa mayoría de adolescentes, sacando quienes no saben ni dónde están parados, el resto expresará su tajante rechazo a la figura de Uribe, sus desmesurados acólitos o los politiqueros de las agrupaciones tradicionales signadas por un legado indisimulable de corrupción.


Este fenómeno se viene dando desde antes del estallido social donde la base de la ciudadanía se manifestó abiertamente por un profundo cambio social, en cierta forma denegado por buena parte de la clase dirigente contra la voluntad del pueblo que encontró en Gustavo Petro su esperanza, para sacar a Colombia del atraso, el estancamiento y la delincuencia ejercida desde el poder de turno.


En contraste a los mayores, a los allegados a las familias, la juventud no comulga en absoluto con el pensamiento de muchos padres. No por rebeldía, ni insolencia, al margen de la falta de contribución de los medios, las modas y las tendencias para generar buenos ejemplos. Al adquirir estudios, conciencia social frente a la inminencia de los hechos, más allá de las pantallas de televisión, las radios, los diarios o las redes, muchos de ellos ven en sus predecesores los principales responsables de consolidar en los sucesivos gobiernos al crimen organizado.


Frente a la obsecuencia, la instalación de la mentira, la incertidumbre de cara al futuro, la realidad inconstratable, la respuesta de los jóvenes a la sumisión de los padres a la politiquería, a partir de decisiones a veces tomadas a cambio de abalorios, supuestas oportunidades económicas o un "mercadito" de tres pesos, fue la de plantarse para decir: "No más".


El modelo neoliberal instalado, estimulando el egoísmo, la insolidaridad, el "sálvesa quien pueda", se convirtió en un efecto colateral del sistema político, social y económico. Ya los jóvenes no quieren migrar a mendigar el pan que los dirigentes corruptos o gangsteriles les niegan en un país rico. Desean quedarse a tomarlo. Reclaman un futuro. En ellos, la fórmula uribista basada en la concentración del poder, la seguridad democrática, la confianza inversionista, la cohesión social ni mucho menos el estado de opinión, tiene el efecto deseado. No tienen miedo y quieren vivir bien.


Llegaron al extremo de ser capaces de hacerse matar, quitar los ojos en las calles colombianas, a manos de las fuerzas del aparato represivo del Estado. Analizan. No creen así nomás en cualquier "vendedor de medicinas milagrosas". Ven en las fallas del pasado las causas de los fracasos sucesivos, lo cual los lleva a cuestionar seriamente el presente y a los referentes de la vida política nacional, sin distinción de partido ni de ideologías.


Y para bien, todo lo malo del país se lo achacan a los más de doscientos años con sus pocas excepciones, a pésimos gobiernos patrocinados desde el exterior con el apoyo intrínseco de los sectores del poder real. En especial, lo sucedido desde los últimos veinte años en adelante, donde si la jefatura del Estado no fue ejercida por Álvaro Uribe Vélez, lo fue en la práctica por medio de hombres de su confianza.


La misma persona que hoy la justicia premia dejando en libertad, sin admitir siquiera los testigos en su contra asesinados, ni juzgarlo por hacer parte o encabezar organizaciones dedicadas a delinquir aun antes de ser presidente, promoviendo la corrupción, el asesinato e instalando bajo su liderazgo sombrío una republiqueta narcoparamilitar, en cuya persona convergen casi todas las conexiones mafiosas, ligadas al vaciamiento colombiano a expensas de las mayorías postergadas.


La juventud conoce perfectamente este o tantos otros hechos, ante los cuales sus mayores omiten, callan, bajan la vista o en el peor de los casos, defienden a ultranza aunque la consecuencia inmediata sea el atentado deliberado contra su propio bienestar o el de los suyos. Vive el día a día. Se pronuncia. Hace suyas las causas del colectivo al que pertenece, señalando la injusticia por medio de la palabra, las concentraciones, el arte de pintar los muros de todas las ciudades.


Definitivamente, el uribismo, la oposición, la derecha, el continuismo, perdió a la juventud para siempre, sin posibilidad alguna de poderla recuperar frente a las razones de la realidad objetiva. Y al perderla, recogerá al menos una las de tantas sentencias de muerte impunes que firmó: La de la vida, porque al sacrificar el futuro, serán los jóvenes los encargados de sepultar no sólo la inmerecida vigencia de la cual goza, sino su nefasto legado.



Fuente: CUARTO DE HORA / WRADIO / DIARIO EL POLITICÓN DE RISARALDA






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