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¿Es posible convivir en democracia con el uribismo, la intolerancia y los racistas?


Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*


Para hacer un oportuno análisis deben quedar de lado las críticas hacia todo cuanto se considera a simple vista ignorante, producto de la manipulación, falta de cultura a grados extremos o de una adecuada formación sobre el sentido del bien común en el propio seno de la familia. De igual manera es necesario descartar la típica mentalidad del subdesarrollo colombiano, de carácter feudal, digna de un conservatismo anacrónico que pondera al sometido, alaba a los líderes despiadados, maliciosos, dictatoriales, mientas estigmatiza al mismo tiempo a los espíritus críticos e independientes.


Estas marchas de protesta claramente minoritarias, donde apenas en Medellín -la cuna del uribismo- tuvieron alrededor de 30.000 adhesiones y otras 20.000 en la capital nacional, en la cual se supone residen los sectores más afectados por las reformas económicas, incluyendo los insignificantes focos en distintos municipios, sin embargo constituyen un llamado de atención ya no a un determinado sistema político, sino a la libertad.


Por desgracia para Colombia y el mundo, existen ciudadanos que bajo falsos sofismas, prejuicios, desconocimiento, escasa formación o de una naturaleza malvada, perversa, llevándolos a lanzar vivas, arengas contra la equidad, el derecho a lo fundamental, el retorno a los viejos modelos autoritarios e inviables llevando a los países a la actual crisis.


Auge neofascista


Pero cuando se observa a nivel mundial algunos casos como lo son España, con partidos del estilo de Vox o el Popular; el reciente triunfo de los fascistas italianos de Hermanos de Italia, encabezados por la mussolinista Giorgia Meloni; el blindaje mediático hacia un régimen abiértamente nazi como el Volodímir Zelenski -sin hacer apología a favor de su contraparte, Rusia y Vladimir Putin- deja en evidencia la bendición del establecimiento global a sistemas políticos que llevaron la humanidad al desastre.


La primera oleada tuvo lugar con el colapso del bloque soviético a principios de los años noventa del S. XX. La segunda, como ocurrió en la etapa previa a la II° Guerra Mundial, durante los distintos contextos históricos en los cuales los pueblos reclaman con mayor ímpetu el acceso a una vida digna, a los derechos fundamentales.


En medio de este panorama, Colombia no puede ser ajena. Enclavada sobre el norte del continente sudamericano, su importancia geopolítica junto a Chile la convierten en el enclave de la supremacía norteamericana en la región, sumando el penoso hecho heredado de ser el mayor productor - exportador de cocaína a nivel mundial.


De allí a que resulte primordial mantener al país en el oscurantismo, en la democracia fallida, el conflicto permanente, porque si algún día se revelara contra el sometimiento al que es inducida de forma permanente, el aporte hacia la consolidación de la soberanía política continental a partir de las riquezas naturales y diversidad, le adjudicarían una importancia capital elevándola al rango de los estados más importantes de la Tierra.


Gobierno y poder


Con el advenimiento de Gustavo Petro a la Presidencia de la República, sin contar la tenaz oposición un poco más de diez millones quinientas mil personas, el pueblo llegó por primera vez al Gobierno, pero nunca al poder. La prensa mercenaria es apenas el azote de un conglomerado de intereses espurios, cuya base más significativa es el grupo de desclazados defendiendo a un grupo de personas que además de no representarlos, nunca los aceptarían como parte de ellos porque en su obtusa visión política sienten que el país les pertenece y la democracia, la voluntad popular, es una fachada para "formalizar" un poder omnímodo, plutocrático, de hecho.


Las posibilidades de progreso son reales, ciertas, aunque la reflexión, hasta el "arrepentimiento humano", resulte insuficiente para cambiar a las personas. Ni hablar la realidad de un país, cuando carece en buena parte de la población de una verdadera voluntad de cambio. Es imposible superar doscientos años de atraso, guerras, políticas nefastas, represión, conmoción interna, en apenas cuatro años.


Por obvias razones, los indicios de cambio todavía no resultan suficientes. Hay grandes expéctativas. Hace falta mucho más, a fin de dejar establecidas las bases del desarrollo, de la definitiva democratización del país en lo económico, político, social, jurídico, comenzando por superar la centenaria tragedia humanitaria desde la consolidación de la paz total, definitica.


En medio de la Colombia devastada, de los auténticos causantes de la ruina organizando manifestaciones tendientes a desestabilizar para volver a robar tras ser desalojados a través de una elección histórica, donde el fraude les "quedó corto", saliendo los votantes hasta de las entrañas del monte a cambiar la injusta realidad, se encuentran las nuevas generaciones.


Juventud para el Cambio


La inmensa mayoría de los jóvenes colombianos desean estudiar, fructificar sin la necesidad de ir a buscar el pan, el trabajo existente a otros sitios cuando sobra en el suyo. Son quienes pusieron al primer mandatario, el paradigma encargado de recuerar el páís que se dejaron robar sus padres y abuelos, enredados en un conflicto que no les perteneció ni les pertenecerá nunca.


Al carecer de las heridas de una guerra civil, no carecen de sobervia, reencores. No les interesa la reconciliación, porque saben que no uno sino todos los sectores políticos de derecha e izquierda, poseen un alto grado de responsabilidad definitiva en la descomposición. A diferencia de muchos de sus antepasados, no están dispuestos a reconciliarse con sus verdugos. Menos aún, perdonarlos. Exigen la desmovilización incondicional de la suma de los actores armados, siéndoles indiferente si acaso ocupan curules en el Congreso, aunque sí estén hastiados de verlos operar en el monte.


No tienen mesías, ya que a diferencia de los uribistas, necesitados de un dios devorador, sanguinario y todopoderoso, sacrificándole su propia humanidad a cambio de la limosna de una paz falsa. Haciendo la necesaria salvedad con el componente laico de la Consitución de 1991, tienen por "Padre, Hijo, Espíritu Santo y Sagrado Corazón", la reivindicación de sus derechos, la esperanza en la posibilidad de cambiar el porvenir como nunca antes.


Demandan una Colombia que sin premiarlos, haciendo caridad al repartir abalorios, asistencialismo entregando mercados, ni puestos políticos temporales, les ofrezca el trabajo, la salud, la educación, la vivienda propia de acuerdo a sus capcidades, en un marco de justicia social, de retribución equitativa al esfuerzo, dejando establecidos para los tiempos los nuevos valores para la creación de una sociedad sana. Una, capaz de rechazar de forma tajante el odio, la intolerancia, el oscurantismo, la adulación del crimen como proyecto de vida en todas sus formas, como si la superación individual y colectiva se limitara de pasar de víctima a victimario.









*Periodista, escritor, poeta y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante de ¡UYAYAY! COLECTIVO POÉTICO, así como del CÍRCULO DE POETAS IGNOTOS.

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