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¡Esos son los que quieren voltear el gobierno de Petro!


Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI


En reiteradas ocasiones, se dijo que las libertades individuales o de pensamiento no son tales, cuando en su accionar favorecen intereses individuales y de sector. Si bien detrás de toda política existe un interés, su aplicación corresponde al aspecto constructivo de la Nación, cuyo primer mandamiento debería ser el bienestar del pueblo no por razones asistenciales, sino por ser el principal capital de todo país.


Nada de cuanto circunda al ser humano -material, animal, vegetal- tendría sentido si este no existiera. De igual forma, si un determinado orden político, social o económico fuera incapaz de garantizar tanto el desarrollo como la felicidad, la satisfacción de los bienes materiales – espirituales de la inmensa mayoría, por el bien de la humanidad debería ser derogado.


Aunque algunos prefieran negarlo con el agravante de pertenecer a la raza humana, mujeres y hombres poseen derechos cualitativos e inalienables cuyo ejercicio ininterrumpido permite sobrellevar mejor la existencia, junto a las circunstancias derivadas de la cotidianidad. Aún en calidad de sujetos económicos, lejos de ameritar una caridad surgida de la virtud voluntaria, merecen recibir cuanto corresponde a cambio de los impuestos que pagan, como lo exigiría una empresa frente indeterminada ante el eventual incumplimiento de cualquier usuario.


No es que se pretenda tampoco erigirlo en calidad de “reyezuelo”, “amo y señor de todo lo que existe o se mueve”, considerando al egoísmo individualista uno de los mayores flagelos de la humanidad cuando fuera del aspecto artístico, no tiene entre sus metas al bien común de la sociedad, además del afán desmedido de lucro. Si hay una obligación para posibilitar la aplicación constructiva del derecho, llevándolo a la máxima expresión, es promoviendo el mejoramiento paulatino de las relaciones sociales en todas las formas, eliminando de cuajo la arbitrariedad a partir de la figura insustituible del Estado para efectivizar esa u otras políticas al servicio desinteresado de la ciudadanía.


La educación fallida conlleva a la institucionalidad fallida y esta, inexorablemente, a la ruina nacional, que es condenar a la miseria a su fuerza de trabajo. Los manuales escolares, universitarios, están plagados de la justificación de la esclavitud por parte de filósofos como Aristóteles, lo cual en tiempos actuales es similar a la de los bajos salarios, en busca de una rentabilidad capaz de garantizar crecimiento económico. Prueba de ello, sería indagar cuantos empresarios, terratenientes, industriales, se hicieron más ricos con la bonanza, en comparación con obreros y asalariados. ¡Cómo si cada país, empresario y patrón, debiera matar de hambre a su propia gente, obligado a explotarla más que “el vecino”, a fin de poder vender más barato aumentando de paso las ganancias, a expensas del pobre infeliz, la bestia de carga, condenada a la miseria de la cuna al ataúd!


El orden y el progreso es imposible de obtener a través del sometimiento de los verdaderos generadores de riqueza: Los trabajadores. Orden a palos es ahondar el caos, mientras progreso sin equidad, es pobreza garantizada por muy distintos que puedan ser los seres humanos si no están a la altura forjar el país de sus sueños, donde a partir del aporte de cada uno puedan cubrirse las distintas necesidades.


Provocar, dividir y confundir


En los días pasados, Colombia entera fue testigo del fuerte cruce entre el presidente, Gustavo Petro, con la senadora uribista María Fernanda Cabal y su “consentido de turno”, el representante a la Cámara, Miguel Polo Polo, atacando no solo los avances hacia la consolidación de un Estado equitativo, sino de establecer el correspondiente modelo de inclusión, amparado en el mandato popular.


Frente al riesgo de oponerse de manera tajante a las fuertes demandas sociales que vienen desde hace años en el país, ambos congresistas trataron de demostrar de manera infructuosa que las políticas del presidente “son inaplicables”, debido a “la naturaleza indistinta de los seres humanos” y “hace parte del falso concepto de la izquierdopatía, buscando imponer la tiranía empobrecedora del comunismo”.


Desde luego, esta grotesca caricaturización de la realidad, no debería asombrar a nadie. Definitivamente, es cierto que nada ni nadie es igual en este mundo. Menos, las personas, a causa de la genética, la capacidad, la aptitud, citando algunos aspectos de una larga lista. En países subdesarrollados, corruptos, con una férrea defensa de lo inequitativo, esta diferencia puede estar potenciada en razón del posicionamiento social, lo cual puede llegar a sustituir las notorias falencias de talentos mediocres, nulos y cuando no, de mentes desequilibradas. Para decirlo de manera concreta; ¿pueden esperarse mejores ejemplos para explicar las diferencias entre seres humanos, que María Fernanda Cabal.


Descendiente de una familia patricia ultra derechista conservadora, con antepasados en la administración del renunciante Miguel Abadía Méndez, el autor intelectual de la Masacre de las Bananeras de 1928. Apenas escucharla hablar, despeja toda duda de por qué no tendría mayor trascendencia personal o posicionamiento político, de no tener el respaldo en la fortuna familiar malavenida, ni estar casada con el ganadero, José Feliz Lafaurie, vinculado a grupos paramilitares y de acaparadores de tierras. De hecho, Cabal opera como “ficha política” de ese sector productivo que “compró” su elección, que derivó en una causa “archivada de manera curiosa” gracias a la “imparcialidad judicial”.


En cuanto a Miguel Polo Polo, no hay demasiado para decir. Falso congresista de afrodescendientes e indígenas –quienes afirmaron en numerosas oportunidades no sentirse representados en absoluto- jamás hubiera llegado al Congreso sin el apoyo de la mencionada senadora, quien le financió los estudios en la universidad pública de la cual tanto denigra, así como de la población LGBT de la cual hace parte. Fiel “guardián” –según otros, “perrito faldero descartable”- carece de voz propia, reniega de su orgullosa y sufrida raza negra, subestimando las reivindicaciones de los suyos al punto de convertirse en una vergüenza para dicha comunidad. Modelo del arribista desclasado de capacidades intelectuales limitadas y con todos los síntomas de aquello que la sociología denominó “síndrome de Doña Florida.


La total ausencia de discurso propio, es otro de los apéndices de su falta de personalidad, reducida al servilismo utilitario que tanto lo beneficio, aunque muy similar al de los antiguos mayorales de esclavos surgidos desde las mismas cadenas de opresión. Ocupar tan lamentable “posición de privilegio”, como sucede con ciertos segmentos de clase media o baja, “ungidos” de insignificantes trozos de autoridad, de compensación económica, de estatus cuasi simbólico, los transforman en la herramienta perfecta despreciando a los de igual condición. Por ese motivo, convertirse en rico de manera infame lo exime de reparar en la miseria humana que lo alberga. Sino, de seguro compartiría el destino de tantos compatriotas buscando trabajo en las ciudades, desplazados, asesinados a manos de grupos al margen de la ley, convertidos en “falsos positivos” a manos de ese Estado reaccionario del cual parece ser el más pintoresco de sus actuales peones.


De acuerdo con los cánones del culto a la eficiencia de los regímenes derechistas, donde se pretende introducir a la inmensa mayoría como si de antemano estuviera predestinada a ser el eslabón final de la cadena, ambos adefesios estarían relegados a funciones menores. Pero la razón de la fuerza del apellido, los dineros, cuando no la conveniencia de una mascota destinada a servicios personales de vasallaje, el exabrupto, la falacia, el chisme de galería, trasponen las fronteras de lo subterráneo para jugar al interior de las altas esferas.


¡Quieren un golpe!


Apelar al enredo, la confusión, la calumnia, no siempre es cosa de iletrados. Más bien consiste en tratar al pueblo -del cual viven gratis- de canalla, buscando descender al vulgo que odian para acabarlo de manipular y seguir robándolo, a sabiendas de la lentitud de la convicción de los argumentos sólidos que no tienen. Detrás de Cabal y Polo, hay un auténtico engranaje dispuesta de desconocer derechos fundamentales. De paso, al gobierno de Gustavo Petro, votado en las elecciones más transparentes de la historia de Colombia, a fin de hacerlos cumplir.


Agotadas las palabras soeces, cuando la mentira circula con rapidez y el efecto colateral de tener las patas cortas, sin lograr los efectos deseados, entonces el uribismo, “recogiendo el guante” de lo sucedido en el Perú, Brasil, los Estados Unidos de América, pretende apelar al uso de la fuerza. En tanto, pretende criticar la radicalidad de la extrema izquierda desde la marginalidad, mientras siempre la pregonó dentro y fuera del Gobierno.


Por desgracia, el signo de los tiempos parece pregonar la máquina violenta de impedir, apartándola del espejismo demócrata que nunca tuvo para hacerla volver a tiempos que muchos creyeron “superados”.


Los llamados a la calma, a la compostura suenan trasnochados, al igual que las voces pidiendo dejar de lado la violencia, aún en circunstancias enmarcadas en la legítima defensa del derecho, de las libertades, de la justicia social, de condiciones de vida dignas ¡La extrema derecha asesina demanda sangre en las calles de nuevo! ¡Necesita disciplinar a los colombianos, utilizando las distintas formas de lucha, porque no puede darse el lujo de perder la gallina de los huevos de oro! ¡Quieren desestabilizar como fase previa a darle un golpe de Estado al único gobierno decidido a enfrentarla, erradicando hasta las sombras de futuros gobiernos creando formas alternativas, participativas de poder! El pasado esta signado de tinieblas de ignorancia, perpetuando la horrible noche de la cual habla el Himno Nacional, en lugar de cesarla bajo.


La farsa de la democracia dócil, ajena a las fluctuaciones de los países del resto del continente, donde se reparten las burocracias en vista del mantenimiento de un modelo político, socio económico idénticos, de cara a los negocios usureros de particulares y de espaldas a los legítimos reclamos, debe quedar en el pasado.


Colombia amerita que las tribunas públicas sean el terreno de la deliberación, de la lluvia de ideas, el “balcón” del intelecto, del pragmatismo, actuando en consecuencia con la situación del país, distinta a la de aquellos detentando el poder o sin sufrir los estigmas del despojo a mansalva.

Las armas a blandir deben ser las de la persuasión, la inteligencia, la facultad de poder convencer dentro de los parámetros de la razón, con el bien común como horizonte permanente. A criterio del pueblo, corresponde el veredicto del ganador transitorio de la justa lid electoral, a la postre el encargado de tomar las decisiones. La minoría participará entonces del gobierno de acuerdo a la cuota de poder otorgada por la adhesión popular. Las dos partes firmes, críticas, respetuosas, pacíficas, sin caer en la bajeza de la confrontación vulgar llevando a la muerte a millares de colombianos.


Ahora, si lo que se pretende imponer es el yugo para complacer la mezquindad, los intereses non sanctos, el vaciamiento, a expensas del verdadero tesoro irremplazable de la Nación, quienes gestaron y contribuyen de la grandeza del país a través del trabajo, del oneroso pago de cargas, quedará a criterio de los buenos entendedores las acciones a tomar en defensa legítima del derecho o del bienestar.


A pesar de su rapidez, el mal es efímero. En cambio, el bien se demora, pero al arribar es consistente, sólido e imperecedero. De la misma manera que componer algo lleva más tiempo que romperlo, la extrema derecha causante de la centenaria desgracia colombiana podrá tener las influencias, el billete. Si las causas populares poseen el apoyo decidido, firme, consciente del pueblo –algo que jamás podrá comprar ni cooptar- siempre tendrán ganada la partida.








*Periodista, escritor, poeta y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante de ¡UYAYAY! COLECTIVO POÉTICO, así como del CÍRCULO DE POETAS IGNOTOS.

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