Escribe: ZAHUR KLEMATH ZAPATA*
Cuando Norteamérica se independizó de los ingleses en 1776, los criollos y nativos estaban bajo el dominio de la corona española como esclavos. Pasaron 34 años para prender la mecha de la independencia en 1810 y nombrar a José Miguel Pey presidente de la Junta Suprema de Santafé de Bogotá tras la renuncia del Virrey Amar y Borbón.
En esos momentos todo estaba como una rueda suelta y la parquedad en el pensamiento organizativo no visionó un futuro para la nación y sus habitantes. Todos tenían la prepotencia de ser reyezuelos en lo abandonado por el Virrey.
No había unidad, los españoles habían venido como saqueadores y no como inmigrantes a asentarse en estas tierras y prosperar para el bien de ellos y su entorno. Todo lo que construyeron fue para el momento, no para establecerse. Simplemente una colonia que había que explotar y que continúan explotando.
El nativo no tuvo ningún aprendizaje y el criollo por accidente nació y no tuvo otra alternativa que vivir en lo que conocía y aceptar lo que allende al mar ordenaban. La castración mental se fue dando a pellizcos y nada prosperaba si España no lo daba. El poco intelecto que se fue dando no tenía el nervio, no para enfrentarse, sino para ir construyendo con otros un entorno propio donde el poder fuera floreciendo y creando mentalmente una independencia personal que los liberara del cordón umbilical que los unía a España.
Por eso cuando se da el grito de independencia en 1810 no hay sino un exabrupto para expresar esa fatiga social que hay contra el flagelo español y simplemente sacudirse lo que los mojaba. Esta es la razón por la cual pasan más de 10 años de patria boba. Y que aún persiste en otra forma.
Han pasado 212 años de dar tumbos y acusar a otros por la desgracia interna, más la importación de ideologías que no tienen nada que ver con la problemática social local, además de una división del territorio original en pequeños países y continua como lo quieren los antioqueños. Que incesantes de pueblo que no piensa en unirse y conformar una sola nación con todas las buenas cosas que le brinda esta tierra llena de todo lo que otras naciones sueñan con tener.
Hoy estamos en la vía correcta, si se unifica el país hacia una meta que permita que la prosperidad económica y bienestar social se direccionen hacia una proyección de equilibrio como la que se está dando ahora y así erradicar todo ese malestar en el que hemos vivido por más de dos siglos.
Si no nos unimos bajo una sola bandera que es la nación y no los partidos o la religión sino la sociedad entera que es la que sufre y padece todas las adversidades que los políticos imponen por su desidia y ambición personal de apoderarse de unos dineros del erario no vamos jamás a llegar a establecer un verdadero país que brinde el bienestar que cada ciudadano espera de su país y del establecimiento.
*Poeta y filósofo estadounidense de origen colombiano. CEO de Diario EL IMPARCIAL y del portal Noticias 5 de Bogotá.
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