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Hoy salen a marchar los que siempre vivieron de los pobres y sus sirvientes


Cuesta creer la existencia de este tipo de publicidad vulgar en tiempos de la presidencia de Uribe, Santos o Duque, pero mucho más comprobar que todavía permanezcan con vida.


Cuánta razón tiene aquella vieja expresión colombiana, cuando dice: ¡Los pájaros tirándole a las escopetas! Es verdaderamente inconcebible, lamentable y repugnante ver liderar las marchas por las calles a los que hace pocos meses apoyaban el impuestazo de Duque sobre los principales productos de la canasta familiar. Los mismos, quienes de forma tácita o activa fueron cómplices de la represión durante los días del Paro Nacional, la cual en esta ocasión ni siquiera van a padecer al estar por primera vez bajo el Gobierno más democrático de la historia de Colombia, aunque lo odien con todas sus fuerzas porque les puso límites.


Ahora, de la noche a la mañana, aquellos desconociendo el valor de una caja de huevos, acaparadores en algunos casos de latifundios del tamaño de un departamento, sin conocer el sacrificio de madrugar a pasar el trapero, los especuladores de la economía, se “empezaron a preocupar” por el precio del salchichón y las gaseosas. ¡Cosa de brujería!


¿Es posible imaginar políticos, terratenientes, industriales, empresarios, banqueros, paramilitares o demás delincuentes, debido al impuesto aplicado a los alimentos consumidos por aquellos de los que vivieron toda la vida, mientras monopolizaban los negocios del Estado? ¿Habrá razones de peso para tomar en serio semejante “milagro de humanidad espontánea”, digno de los “Cuentos de Navidad” de Charles Dickens”?


La realidad indica lo contrario. No son los ricos volviéndose “buenos”, aunque parezca a simple vista. Por ejemplo, la historia enseña que el final de la institución de la esclavitud, estuvo determinado por el surgimiento de máquinas capaces de reemplazarlos con mayor eficiencia, a menor costo, frente a los altísimos de darles vivienda, alimento, vigilarlos las veinticuatro horas para evitar se fuguen, incluyendo las pesadas cadenas.


En consecuencia, surge la figura del trabajador asalariado, dependiente en buena medida de un sueldo que apenas le sirve para medio mantenerse, sin derecho práctico al acceso a la propiedad al menos como bien familiar y sobre quien para colmo de males recae el peso de pagar, de mantener el bienestar de sus empleadores, aún al precio de grandes sacrificios o privaciones.


Por primera vez en doscientos años de vida independiente, Colombia tiene un gobierno progresista, dando claras señales de pretender acabar con este cáncer social. No, para poner a pagar mayores cargas a los sectores más vulnerables, sino con el propósito de promover una distribución equilibrada de las riquezas, comenzando porque los sectores con enorme poder adquisitivo se hagan cargo y paguen por fin en proporción a sus ingresos.


¿Comunismo?, ¿socialismo?, ¿castro chavismo? En absoluto, porque en el país existen cada día más empresas, propiedades, medios de producción, de cambio privados. La justicia social no consiste en robar ni expropiar a las clases potentadas, sino en la posibilidad de crear la riqueza nacional en base al trabajo, a fortalecer la capacidad de consumo, sincronizando la reactivación equilibrada entre campo – industria – comercio en función de la oferta, la demanda para fomentar la industria.


Ignorancia e intolerancia


Por supuesto, lo que a dichos sectores les resulta inadmisible es sumar gastos a pesar de poderlos pagar holgadamente, en lugar de traspasarlos a los más sensibles, así les resulte imposible pagarlos. A esta situación, es necesario sumarle que el Gobierno no les va a permitir de ninguna manera transferírselos al consumidor a través del encarecimiento de los precios. Entonces; ¿se entiende por qué están desesperados de verdad por primera vez en doscientos años de vida independiente?


Pero como no les alcanza adoptar la graciosa postura de una posición torpe, terca, miope, carente de ideas fuera de la defensa de los intereses propios, la falta de argumentos los obliga a pagarles sumas de dinero siderales a los medios de comunicación hegemónicos para mentirle a los colombianos. “Plata es plata” y como hicieron al dar la falsa noticia de la muerte de alias “Iván Mordisco”, no les importará faltar a la verdad también al afirmar que el impuesto sí afectará a las grandes capas de población, cuando es absolutamente falso.


Para los que todavía por desgracia creen que es “palabra santa” todo lo que sale de un criminal de lesa humanidad comprobado de la talla de Álvaro Uribe Vélez; de figuras casi pintorescas al estilo de Paloma Valencia, “Mafe” Cabal, su fiel esclavo, Miguel Polo Polo, José Félix Lafaurie; de desinformadores profesionales como Vicky Dávila, nuera de un narcotraficante; de dos reaccionarias violentas como Claudia Gurisatti, admiradora del asesinado paramilitar, Carlos Castaño, con quien se rumora tuvo una relación sentimental, de RCN, Caracol, de los diarios El Espectador, El Tiempo, El Colombiano y de los periodistas mercenarios o limosneros pululando en las regiones, será cuestión de poner el grito en el cielo. Mínimo.


Igual en el caso del aumento del combustible, que hasta el mismo senador Gustavo Bolívar saliendo a jugarse su prestigio político, afirmó que el aumento durante los meses de octubre, noviembre y diciembre sería de apenas $ 200 pesos para no impactar la inflación ni suba el ACPM por cuestiones de responsabilidad fiscal. De dejarse llevar por la prensa malintencionada, a lo mejor la teleaudiencia, los radioaficionados, podrían replantearse los beneficios de la tracción a sangre, junto a la seria posibilidad de inflar los neumáticos soplando por el caño de escape...


Chascarrillo aparte, si algo causa infinita tristeza al pensarlo, es ver personas asalariadas marchando como peones al sacrificio de una partida de ajedrez, donde los ricos se juegan la continuidad de seguir conviviendo en el régimen de privilegios, a expensas de quienes, engañados, creen salir a la calle a defenderse cuando es al revés.


Dejando de lado al integrante útil de este tipo de protestas con clarísimos matices políticos y de desestabilización frente a la necesidad de un cambio de modelo obligatorio e inmediato de gobernar, sea uribista furibundo recalcitrante; le interese primero combatir la presunta “impunidad”, a reconstruir empezando por pacificar la Nación vuelto añicos por más de medio siglo de guerra y saqueo; sienta sincero terror hacia Gustavo Petro o a la ficticia instalación de cualquier sistema comunista, debe saberse que de igual forma a como no existe acreedor sin deudor, ni deudor sin acreedor, tampoco hay victimarios sin víctimas o viceversa.


La ciencia psicológica explica que más allá de las víctimas accidentales u ocasionales, están las voluntarias, las acostumbradas a ser rehenes de cualquier clase de malos tratos en respuesta al sentido de pertenencia, a causa de un sentido inculcado de arribismo. Se produce así un nexo patológico entre emisor de violencia – receptor de agresión, el cual propicia desde la agresión externa física, mental, sexual, económica, de género, entre otras, a la auto infligida, en ocasiones al desconocer otras formas saludables de realización, de vivir en armonía.


En ese sentido, Colombia es un territorio desangrado mientras los colombianos no tienen cómo ser ajenos, estén a favor o en contra del cambio de rumbo. De otro modo, costaría demasiado comprender por qué los condenados de antemano le hacen el favor al verdugo yendo a afilarle el hacha, a comprarle la soga donde de manera inexorable serán ahorcados


Les mienten, los embrutecen, los entretienen con narco novelas, realities shows, el fútbol, cuando pasa de ser un elemento sustancial de la cultura popular al sofisma de distracción perfecto para ocultar la verdad. Al tiempo que unos pocos salen favorecidos por este tipo de situaciones, sirviendo a su conveniente, la mayoría de asalariados, jubilados, desocupados, los mantenidos gracias a las remesas, están ciegos, manipulados, convencidos. En ocasiones, al punto de no participar en política salvo para salir a ponerle palos en la rueda a los responsables de saber superar la gravísima situación del país, absteniéndose de utilizarlos como variable de ajuste, empezando por “cobrarle al que es”.


La fortuna inmensa de Colombia, fuera de ser una tierra próspera, fértil, rica, llena de biodiversidad donde se la vive, son las nuevas generaciones que, en el egoísmo, la insolidaridad, la cultura del consumismo, fomentada por el neoliberalismo, en vez de resignarse como sus mayores, está demandando un futuro mejor. La prioridad no pasa por salir al exterior a buscar lo negado en su Patria dominada por feudales, sino exigir lo justo fronteras dentro.


Por cada mujer, hombre de mediana edad o ya en la ancianidad dejando de existir, de manera paulatina aparecen nuevas generaciones ajenas al resentimiento, a la cultura de someterse, a la rendición forzosa de pleitesía. Ese es el gran temor de aquellos “haciendo harina amasando a los demás”. Comprenden que en pocos años más este tipo de iniciativas no tendrán sentido, mucho menos éxito, porque de continuar modelos similares al actual habrán perdido a una ciudadanía condenada al pobrerío, a la dependencia de la clase política, base de su poder.


Similitud


Hay una asombrosa coincidencia de los tiempos de la esclavitud con los actuales. Hace ciento cincuenta años se dieron cuenta les resultaba más barato pagar un salario injuriante, en lugar de sostener económicamente personas contra su voluntad, a precio real. Advirtieron el negocio de la libertad, al dejar librados a la suerte, a “la buena de Dios” a millones de ciudadanos despojados de todo derecho elemental cualitativo, sumiéndolos en la peor incertidumbre de cara al futuro.


Las décadas transcurrieron inexorables, con abusos sistemáticos desde la flexibilización laboral, el asesinato indiscriminado de sindicalistas, docentes, líderes sociales, trabajadores, campesinos, dirigentes políticos empeñados en combatir estos atropellos. Pasaron leyes infrahumanas como la ley 100, la persecución gremial, la obligación de votar por la fuerza al “candidato del patrón”, de someterse a concurrir con familiares, amigos, a sus actos, para evitar el inapelable despido.


Los trabajadores soportaron el recorte de horas extras, del recargo nocturno, so promesa de generar empleos que nunca llegaron. Persiguieron a los docentes, torturaron, desaparecieron, asesinaron a estudiantes con la complicidad entre las fuerzas de seguridad y muchas “empresas” prestando instalaciones a ese fin.


Hoy, no conformes con llamarlos “vagos”, de “mandar a estudiar” a quienes no les alcanza el tiempo destinado a traer el pan a la mesa, no disponen de ingresos para pagar los onerosos semestres universitarios, los quieren poner a pagar de nuevo. Es decir, lo que anteriormente eran sus grilletes, guardias, látigos, ropas, cambuches, comida, ropa, insumos generales que antes salía de sus bolsillos, se los quieren volver a hacer pagar a los trabajadores como hicieron al liberar a los esclavos. Desde luego, aunque en esta época esas obligaciones reciban el pomposo nombre de “impuestos” y por fin, deban responder con sus patrimonios mal habidos.


Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*








*Periodista, escritor, poeta y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante de ¡UYAYAY! COLECTIVO POÉTICO, así como del CÍRCULO DE POETAS IGNOTOS.

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