A causa de un “lío de faldas” por el cual recibió un tiro y estuvo a poco de salir muy mal librado, Carlos Gardel se hizo íntimo con los conservadores argentinos, de manera independiente a las múltiples teorías acerca de su verdadero sesgo ideológico.
Mientras algunos se animaron a vaticinar que tenía ideas socialistas u otros en una dislocada fantasía llegaron a sealarlo como un “agente alemán”, en verdad su “arribo accidental a la política” estuvo ligado en principio a una “devolución de gentilezas”, aunque con el tiempo aflorara esa amistad incondicional tan distintiva del cantor argentino oriundo de Francia hacia los más cercanos.
Amigos “godos”
Última foto de Gardel, previa a su muerte en el accidente de Medellín.
Según contaron las malas lenguas, Juan Ruggiero, “alias Ruggerito” mano derecha del empresario, político, diputado, senador y caudillo conservador, Alberto Barceló, fue el encargado de interceder para evitar que los celos del propietario del Palais de Glace, acabara con las inevitables “travesuras amorosas” de “El Zorzal”. La hombría de bien de Gardel, lo hizo comprometerse para animar cualquier celebración de ese partido político, sin cobrar un solo centavo, hecho que acabó por sellar una sólida relación entre ambas partes, acabando por ser decisiva para proyectar al cantor hacia América Latina.
Bastó una llamada telefónica del Comité de la Argentin, para que al criado en el barrio del Abasto de Buenos Aires las puertas de Colombia se le abrieran de par en par. Al llegar, lo recibió personalmente el mismísimo Laureano Gómez Hurtado, “El Monstruo”, hombre fuerte e insignia indiscutible de entonces en el partido “azul”. Aunque Gardel debió grabar en tierras venezolanas por la ausencia de estudios en el país, su talentosa fama pudo pasearse en buena parte gracias a esa circunstancia y a los favores especiales “de unos amigos de los amigos”.
Después de Medellin
El asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán,
desató una violencia sin presendentes en Colombia.
Cuando la tragedia del aeropuerto “Las Playas”, hoy Olaya Herrera, se llevó la vida de Carlos Gardel el 24 de junio de 1935, el tango brillaba tanto en Colombia como en el mundo entero con apasionado vigor.
En el país el aire político se enrarecía. El nuevo gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo, buscaba llevar a cabo aquello a lo cual el propio presidente denominó “la revolución en marcha”, plan reformista que incluía leyes como la de la “función social de la tierra”, para facilitar la ocupación de terrenos baldíos por parte de cientos de campesinos desocupados, sin poner en discusión la propiedad privada.
El partido conservador, a través de Mariano Ospina Pérez y otros caudillos, pero en especial Laureano Gómez, acusaban al gobierno de fomentar el comunismo, facilitando su acceso al poder, al tiempo que un abogado joven de extracción liberal elogiado por sus maestros en Italia, Jorge Eliécer Gaitan, denunciaba los injusticias de su tiempo contra los sectores más sensibles de la sociedad.
La efervescencia hace eclosión cuando Gaitan cae abatido por manos desconocidas, aunque se supiera de antemano la identidad de los responsables tanto de adentro como de afuera del país. Los actuales departamentos del Tolima, del Quindío o los dos Santaderes entre otros, conforman el epicentro de una violencia atroz, donde los colombianos se asesinan como pájaros en medio de una conmoción interna que llega hasta el presente.
Línea dura
Enrique Santos Discépolo (1900 – 1951), autor del popular tango “Tormenta”.
Dos años después, gracias a la división existente dentro del seno del Partido Liberal, el ingeniero Laureano Gómez Hurtado, asume la presidencia de le República de Colombia.
Conservador de pura cepa, era defensor de la fe católica a ultranza y políticamente si bien corría el rumor de presuntas simpatías hacia la figura de Adolfo Hitler, pero de lo que no cabía duda era sobre la admiración incluso manifiesta al dictador militar español, Francisco Franco Bahamonde.
Gómez Hurtado inspiraba obediencia ciega ante su sola presencia, odios tan grandes como una devoción fanática exacerbada. Su lineamiento político, denominado “conservatismo laureanista”, versaba sobre la instalación de un régimen corporativo, donde votaran nada más que los católicos o quienes fueran dueños de propiedades.
En el libro “Las Comunidades Afrodescendientes en Colombia”, el político y sociólogo Juan de Dios Mosquera, señala que el ingeniero veía en la causa del alto desarrollo de sociedades como la Argentina, Chile o Uruguay, la ausencia de mayorías negras e indígenas. Esto vendría a resumir una visión política proclive a situar el poder en manos de una plutocracia de autoridad incuestionable, desde luego de raza blanca por supuesto católica e hispánica en el talante. Gómez Hurtado veía en la intensificación del control social, así como la supresión de libertades inalienables, “santo correctivo” para combatir el desborde, a través de un modelo de estado corporativo, que para alcanzar sus metas debía entre otras medidas, supervisar las actividades políticas, sociales, económicas, culturales; etc.
Aullando entre relámpagos
Laureano Gómez, cuando se "encontró" con el liberal Alberto Lleras Camargo para pactar el retorno a la normalidad constitucional después del gobierno del Gral. Gustavo Rojas Pinilla.
En medio de esa capaña de moralidad para evitar “males mayores”, una de las víctimas iba a ser de manera inexorable el acervo popular y en este caso, como no podía ser de otra forma, el tango.
Para “El Monstruo” que otrora llenó el parlamento de discursos incendiarios, herejías como la de “Tormenta” eran mucho más que imperdonables, aunque su autor haya sido el responsable de muchos éxitos de su viejo amigo, Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo.
La cuestión fue que de un momento a otro, por decreto – ley, “Tormenta” fue retirado de la eventual lista de canciones permitidas para su difusión. Aunque desde los surcos siguiera resonando bajo las púas de forma clandestina, la aceptación de esa duda existencial discepoliana, con las cuales el poeta había sensibilizado a multitudes, no podía ser aceptada al menos de manera oficial.
Supuestamente, para ciertas personas se estaba poniendo en discusión a Dios, cuestionando su autoridad, las características de una presunta manera de obrar no siempre beneficiosa con respecto a los hombres, la viabilidad de las enseñanzas de Jesús, la practicidad de ser creyente y la vulnerabilidad que podría conllevar frente a las acciones malvadas o egoístas de los aprovechados.
En cualquier caso, lo único en cuestión no era Dios, al cual de hecho el texto reconocía como autoridad suprema, sino exponer a fuerza de una verba extraordinaria, de la poesía callejera devenida de lo empírico trayendo verdades irrefutables, las ruinas o mezquindades del orden social humano que mientras proclama los Cielos a viva voz, pone por ejemplo a los sacrificados, a los mártires, a los virtuosos, favorece a los mediocres y se presta para darle facilidades a los personajes más inicuos, quienes pervierten la hermosura de la vida al punto de transformarla en el peor de los infiernos.
Desde luego los liberales, los masones, el espíritu librepensador, explotaron el asunto desviando su intencionalidad, a manera de utilizarlo como cartabón de transgresión permanente contra las políticas restrictivas del gobierno de Gómez Hurtado, cuyo manejo de los asuntos del gobierno le fue restando hasta el apoyo de una parte de los que en definitiva, le facilitaron acceder a la presidencia.
Con los años, si la medida continúa o no vigente, carece de importancia. “Tormenta” siguió sonando en todos los tocadiscos colombianos, las emisoras, para transformarse en millones de discos compactos atravesando la galaxia, llevando consigo un llamado de atención reflexivo que hasta el día de hoy, hace reflexionar a cuantos lo escuchan, como otra de las tantas consignas instando a construir un mundo mejor donde todas y todos puedan convivir.
El tango en cuestión
La versión más famosa del tango, es la de la orquesta de Francisco Canaro, interpretada por Ernesto Famá.
A continuación, se reproduce la letra del maravilloso tango del inmortal Enrique Santos Discepolo, autor de “Cambalache”, “Yira, yira”, junto a muchísimos tangos popularizados por Carlos Gardel, para que el propio lector juzgue, al margen de ubicarse en el contexto histórico o el criterio de la época, si tal ensañamiento con dicha composición amerito semejante denostación sobre una pieza artística inigualable, compuesta en 1939:
“Aullando entre relámpagos perdido en la tormenta de mi noche interminable, Dios! busco tu nombre… No quiero que tu rayo me enceguezca entre el horror porque preciso luz para seguir…! Lo que aprendí de tu mano no sirve para vivir? Yo siento que mi fe se tambalea que la gente mala vive Dios! mejor que yo! Si la vida es el infierno y el honrao vive entre lágrimas! ¿Cuál es el bien? Del que lucha en nombre tuyo limpio, puro… ¿Para qué? Si hoy la infamia da el sendero y el amor mata en tu nombre Dios, lo que has besao… el seguirte es dar ventaja y el amarte sucumbir al mal? No quiero abandonarte, yo demuestra una vez sola que el traidor no vive impune, Dios para besarte… Enséñame una flor que haya nacido del esfuerzo de seguirte, Dios para no odiar. Al mundo que me desprecia porque no aprendo a robar… y entonces de rodillas hecho sangre en los guijarros moriré con vos, Feliz, señor!”
Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*
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