La sombra del paramilitarismo se ciñe de nuevo sobre los ganaderos del departamento de Córdoba, al norte de Colombia. Esta región, en donde están algunas de las propiedades de tierra más grandes del país, incluida la hacienda El Ubérrimo del expresidente Álvaro Uribe, fue azotada por las autodefensas de Carlos Castaño desde finales de los años noventa hasta principios de los 2000.
Muchos ganaderos poderosos de la zona financiaron en ese entonces la creación y el fortalecimiento de grupos armados que asesinaron y despojaron a cientos de personas. Ahora, cuando el gobierno de Gustavo Petro se ha comprometido a ejecutar una reforma agraria, y campesinos han comenzado a invadir fincas en varias zonas del país, algunos ganaderos de Córdoba están ansiosos de perder sus tierras y amenazan con volver a armarse para defender la propiedad privada.
EL PAÍS tuvo acceso a los chats de los mensajes de Whastapp de las “brigadas de reacción solidaria”, unos grupos de ganaderos convocados por José Félix Lafaurie, presidente de la Federación de Ganaderos (Fedegán), diseñados inicialmente para apoyar con asesorías jurídicas a quienes sufran invasiones. Las conversaciones, sin embargo, dejan en evidencia que sus miembros han considerado conformar frentes de seguridad armados: “Hay que armarnos y defender lo nuestro”, se lee en un mensaje interno escrito el pasado 23 de septiembre.
En la mañana de ese día, uno de los miembros del grupo de Whastapp —que tiene más de 150 integrantes y está administrado por directivos regionales de Fedegán— publicó un video en el que se ve a unos manifestantes intentando saquear un camión con víveres detenido en la carretera. Ante las imágenes, otro de los usuarios escribió: “Plomo es lo que les debería llover”. Sus palabras fueron celebradas por al menos cinco integrantes del grupo. Uno de ellos escribió una peligrosa propuesta con errores de ortografía: “Q tristeza, mano de hptas, quieren acavar con el pueblo. Aí es donde toca estar listos y defender lo de cada quien, tomar decisiones drasticas y fuertes”. El mensaje iba acompañado de la imagen de una pistola.
En ese momento, un usuario hizo alusión al presidente Gustavo Petro: “La culpa la tiene el hp de Petro guerrillero”. Hubo una avalancha de respuestas afirmativas respaldando la idea de defender lo de cada quien: “Total”, “Por eso toca estar listos y defendernos”, “Así es”, “Bueno, vámonos preparando”, “pero con seriedad y berraquera”, respondieron varios de los integrantes del grupo.
Aquí, algunos de los mensajes del chat del grupo de ganaderos:
Horas después, la misma persona que había dicho que era necesario “darles plomo a los manifestantes”, insistió en su idea: “Si señores, así es que hay que armarnos y defender lo de nosotros”. Ninguno de los miembros del grupo de Whastapp rechazó la propuesta. Al contrario, hubo mensajes de apoyo al llamado a la violencia. Un líder ganadero de la región añadió una invitación: “¿Quién coordina un frente de seguridad, estamos disponibles para actuar, avisen quién toma el mando?”.
Ante la pregunta, varios integrantes reconocieron que era necesario hacerlo: “hay que prepararnos y mostrar de que estamos hechos”, “pero ya”. Al final del día, un usuario que no había intervenido antes se presentó e hizo un llamado a la prudencia. Su mensaje parecía reconocer la gravedad de lo que se estaba proponiendo en el grupo: “Este es un grupo público y puede ser infiltrado y censurado. Hay que saber hacer las cosas, cualquier cosa usemos internos”.
El mensaje no rechazaba la propuesta de conformar un frente de seguridad ni de armarse para defender las tierras. Rechazaba el hecho de hacerlo en un chat público. Días después de la alerta, los ganaderos tomaron las precauciones necesarias y activaron la opción de WhastApp que elimina los mensajes a las 24 horas de emitidos. Con la seguridad de esa nueva medida, algunos miembros del grupo fueron más allá: “Hay que vender ganado y comprar armas para defendernos”, dijeron.
Horas después, un usuario indignado compartió un video en el que un ganadero de la región denuncia que delincuentes entraron a su finca y mataron algunos toros. Ese testimonio despertó de nuevo el odio y la apología de la violencia: “Nos están obligando a usar las armas, no hay otro camino”, “Así no queramos, hay que hacerlo muy pronto. O moriremos arrodillados”. Finalmente, dos miembros del grupo escribieron graves amenazas: “No hay más de otra que empezar a dar de baja a los ladrones, cuatreros e invasores”, “saquemos la plata y defendámonos sin miedo”, “El presidente es un bandido, los invasores son bandidos, entonces nosotros nos volvemos bandidos también”, escribieron.
El profesor Alejandro Reyes Posada, máster en sociología de la Universidad de California en Berkeley e investigador experto en temas agrarios de Colombia, explica en entrevista con EL PAÍS que el llamado a los ganaderos para hacer frentes comunes y oponerse a las invasiones es como “echarle gasolina a un pajar seco y acercar la mecha”. Reyes afirma que en este momento “los ganaderos están nerviosos con las invasiones de tierra, temen que esté en peligro la propiedad y están dispuestos a defenderse”.
El peligro, según Reyes, es que se generalicen de nuevo “formas de autodefensa y que comience la matazón de campesinos e invasores”. El investigador, que ha dedicado los últimos cincuenta años de su vida a tratar de entender el problema de la tierra en Colombia, reconoce que el gobierno está preocupado por la posibilidad de que se armen los ganaderos. “Todo aquel que no tenga tierras y sea un campesino empieza a ser sospechosos de ser un invasor. Primero se señalan blancos explícitos y limitados, pero eso tiende a desbordarse”. Reyes insiste en que en este momento están los ingredientes dados para que vuelva a organizarse una defensa armada de la gran propiedad, que ha sido la constante histórica en Colombia. “Cada vez que hay intentos de reforma agraria o de distribución de la tierra, los grandes propietarios responden con violencia”, sentencia.
“Cada vez que hay intentos de reforma agraria o de distribución de la tierra, los grandes propietarios responden con violencia”
El asunto de las brigadas también ha despertado el rechazo enfático del ministro de defensa, Iván Velásquez, quien en una rueda de prensa de esta semana pidió que los ganaderos eviten actuar por cuenta propia. “No compartimos la creación de grupos de reacción solidaria o de reacción inmediata que, inicialmente con una intención de prevenir hechos de esta naturaleza, actúan en territorios porque ya tenemos la experiencia en el país, una experiencia muy dolorosa”, dijo Velásquez.
Además de los mensajes violentos, el grupo de WhastApp oficial de las brigadas de ganaderos de Córdoba es también un espacio para compartir videos de armas, mensajes contra el gobierno y palabras de apoyo a las movilizaciones ganaderas de otras regiones del país. En los primeros días de creado, cuando entre todos los integrantes definían la identidad de su asociación, un usuario escribió: “Esto debe dar paso a algo parecido en Estados Unidos a lo que fue el Ku Kius klan”. Y concluyó: “esperamos el primer choque cuando las banderas blancas no ejerzan presión. Habrá que correr o ser violentos”.
El grupo fue creado por la invitación oficial de Jose Felix Lafaurie, presidente de la federación de ganaderos, a través de un mensaje de Whastapp enviado a los líderes de la región. “Amigo ganadero”, comenzaba, “como es de su conocimiento, FEDEGÁN ha propuesto la creación de brigadas de ganaderos que desean voluntariamente brindar acompañamiento pacífico con presencia solidaria, cuando se presenten invasiones a los predios ganaderos”. Lafaurie continuaba así: “Estas brigadas tienen como propósito decir ‘aquí estamos’, acompañar solidariamente a los ganaderos y apoyar con su presencia a las autoridades. Frente a la civilidad de los ganaderos y a la acción asertiva de las autoridades, sencillamente, la violencia se doblega”.
EL PAÍS se comunicó con Lafaurie para preguntarle cuál era su posición ante la serie de mensajes violentos que se han enviado en un grupo organizado por la federación que él preside y que contradicen la naturaleza pacífica de las brigadas. “Una entrevista en la que usted prejuzga, no me parece una buena entrevista”, dijo. Lafaurie pidió que se le mostraran pruebas de las conversaciones y al verlas cuestionó su procedencia: “esos mensajes pueden ser de cualquier persona, no de las brigadas”.
Fuente: EL PAÍS
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