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¿Qué pasa con la justicia en Colombia? (Parte II)


Un marco jurídico robusto que garantice y blinde la inversión interna como la externa en el país, que no se tengan incertidumbres de ninguna clase  y en verdad refleje los valores de los hombres y de sus mujeres, en la formación de los valores y la concepción de una nueva y mejor Nación con sentido de pertenencia e identidad nacional para la construcción de un mejor futuro, para nuestras próximas generaciones y la tan anhelada paz  y nos convirtamos en una nación reconciliada en aras de un decidido progreso.

 

Bajo este contexto, podría afirmar también en mérito de la discusión y reflexión de este tema, que el conflicto armado colombiano degenero en la formación de grupos delincuenciales y en la lucha de sus territorios para el desarrollo de su negocio ilícito, y que siguió ante la extradición de narcos y de los jefes paramilitares, que a pesar,  de que el negocio de cierta forma se atomiza, y surgen nuevas jefaturas por doquier, cada quien domina o pelea un frente para su beneficio, tanto en el área rural como urbana, es otra etapa de este ilícito y la violencia que conlleva, una nueva mutación dentro del Estado Colombiano, las jefaturas de las estructuras criminales en Colombia.

 

Ante el vacío de los grandes capos y de las grandes estructuras criminales, y de la reinserción de las FARC –EP y las AUC (excepto las disidencias de ambas organizaciones criminales) , y la reorganización de los que no se acogieron al proceso de paz  y se han auto denominado disidencias, revestidos de una  apariencia  de  guerrillas, para que les cuadre un sustento político, con el cual negociar su salida y reinserción a la civilidad por sus relaciones e influencia en los territorios y los adyacentes a la frontera con el país de Venezuela, y de su movilidad en el territorio nacional como Narcotraficantes, el mercado se atomizo y se doblego a nuevas jefaturas de ultranza desde sus antiguos organizaciones criminales y socios, a nuevos liderazgos de capos Mexicanos y del tren de Aragua de Venezuela.

 

Las implicaciones de esta lucha armada por el apoyo decidido de gobiernos extranjeros de corte socialista o de izquierda, han signado nuestro destino,  con una total injerencia en la soberanía y autodeterminación, como un “Estado Republicano y Democrático”  fuerte en el cono sur americano, en la lucha contra el flagelo de las drogas, así como los apoyos proporcionados con la venta en el mercado de las armas para la guerra y los aportes económicos de la empresa pública y privada de todo ese aparataje guerrillero y paramilitar que ha contribuido a mantener la disputa durante varias décadas del conflicto , con el fin de la desestabilización de la Democracia Colombiana. Un ambiente ambivalente en el que se ha convivido, en pro de mejorar como país y combatir a las estructuras ilícitas, mientras el servicio de la deuda pública financiera (endeudamiento) a la fecha es del 60% del PIB, estrechando el margen de inversión del país y el aumento del déficit presupuestal en un país con las más altas tasas de desigualdad y violencia, por la inequidad social.

 

Inicialmente aunque su único fin era la búsqueda de apoyos a su causa, que no era otra, que la de combatir a las guerrillas y estas no se hicieran con el  poder, estos grupos guerrilleros que alguna vez fueron de izquierda y que envalentonados caminaban a hacia la toma de la capital, sobre la base que les proporcionaba su recién logro  económico sacado de las actividades del Narcotráfico, los paramilitares a cualquier precio o medios de lucha, enfrentaron he hicieron retroceder el avance guerrillero en su intento del derrocamiento del Gobierno Legalmente Constituido. (Un combate en el que los paramilitares hacían la guerra sucia, contra la llamada guerrilla, para no enlodar las fuerzas armadas, una guerra que se salió de control de parte de unos y otros, tanto legales como ilegales).

 

Hemos flotado al vaivén de los coletazos tanto de nuestro conflicto interno, como de los resultados y políticas del poder  de gobiernos en el desarrollo de su hegemonía y en el de sus políticas geopolíticas y globalizantes, frente a países del tercer mundo, como a bien han decidido llamarnos por sus proyecciones sobre estos naciones los organismos multilaterales y de las bancas internacionales.

 

Nuestra historia está plagada de eventos tapados y enterrados por el poder corrupto que rodea al poder central colombiano, de la verdad, del ¿cómo?, llegaron a ser grupos de base campesina, a conformarse en  grupos de gran poder guerrerista que en su momento también dejaron tanto a la población como al Gobierno de turno en calzas prietas y que subsiguieron a las causas que alcanzo el escalonamiento del Conflicto Interno Armado Colombiano, por más de 50 años a nuestros días.               .

 

Las disputas o enfrentamientos entre las diferentes facciones de las bandas criminales, se presentan como retaliaciones entre las BACRIM (Bandas Criminales), por lo general grupos que fungieron como frentes guerrilleros o grupos paramilitares que combatieron la insurgencia y paralelamente otros grupos se  dedicaron  solo al negocio del narcotráfico, la explotación de la minería ilegal, la extorsión, el secuestro y el robo de combustibles como insumos para el mantenimiento de sus guerras.

 

Los grupos paramilitares que se camuflaron como autodefensas o mejor que mal emplearon esta figura, “al erigirse como las Convivir” (Las cooperativas de vigilancia y seguridad privada para la defensa agraria o Servicios Comunitarios de Vigilancia y Seguridad Privada), de no grata recordación, fue infiltrado por grupos mafiosos legalizados como de defensa ciudadana, ante el acoso del boleteo, la extorsión, el secuestro y el ataque de la guerrilla a las poblaciones de capitales importantes del territorio colombiano, incluso de la Capital Bogotana.

 

El control urbano por parte de las milicias Farianas; la amenaza y atentados a la infraestructura de hidrocarburos, las declaratorias de paros armados y la toma de múltiples poblaciones y las pescas milagrosas en las carreteras y el confinamiento de diversas poblaciones, los grupos paramilitares inicialmente combatieron las  guerrillas y finalmente, tanto uno como los otros, se dedicaron al negocio del tráfico del clorhidrato de Cocaína entre otras actividades ilícitas y criminales, actividades en las cuales ya venían participando para la financiación de sus estructuras criminales tanto la guerrilla como los grupos paramilitares.

 

Los territorios son ocupados porque en ellos se encuentran las rutas de abastecimientos o corredores de tránsito (salidas al mar o a otras regiones por su conexión y topografía, todo lo que les ayude en su vasto portafolio de servicios criminales), el contrabando de armas, de personas, todo lo que sea transable, minerales, maderas, oro y tierras raras, es decir, toda una empresa de explotación y generación de dinero al servicio de las bacrim, dejando cinturones de miseria como caldo de cultivo o zonas de expulsión para engrosar sus ejércitos irregulares y de inseguridad en las ciudades y el campo.

 

Una gran gama de delitos se asocian directa e indirectamente a este conflicto armado colombiano, por la aparición del narcotráfico que lo degrado por el impacto que tiene el dinero producto de ese ilícito, al desplazamiento forzado de los campesinos y otros pobladores a las ciudades, que les convirtió almenos a una parte, así como algunos de los que ya vivían allí o eran originarios del territorio  a  ser parte de los consumidores, a parecen las ollas o lugares de venta de toda clase de drogas, incrementándose de manera negativa la percepción de seguridad de los ciudadanos al estar expuestos  a los diferentes crímenes como:  los robos, las extorsiones, los préstamos de usura de los gota a gota, la trata de personas, la instrumentalización de los niños y niñas para el combate o la comisión de ilícitos tales como el sicariato, o la venta al menudeo de droga.

 

Las personas son convertidas en  mercancía, toda actividad humana que se pueda ser  susceptible de pago, será tasada y deberá pagarse por ella o de ella deriva un costo un comercio, esto no necesariamente es ilegal o no es que no se pueda permitir, de hecho se hace, otra discusión seria si ese capitalismo salvaje y su impacto en sociedades no tan desarrolladas económicamente como lanuestra.

 

Del otro lado, de la subcultura del consumismo y las dogas, es un estereotipo que sustentan al amplio espectro de pagos de actividades humanas para su sustento básico o para su diversión alrededor de las rentas ilícitas, el servicio de damas de compañía o para la prostitución, estos son los subproductos de ese malévolo mundo del narcotráfico, las ollas y menudeo de venta de drogas se riegan infestando  como un letal veneno, las escuelas, las universidades, los parques y los cinturones de miseria de poblaciones más vulnerables, no solo por estos actos del narcotráfico, son poblaciones con sus necesidades básicas insatisfechas, ya que las mismas se han extendido o establecido en zonas sin servicios públicos o zonas con amenazas de desastres, o por el desplazamiento a causa de la violencia, esclavizados por los jibaros y sus redes de jóvenes al servicio de la venta de las drogas y que a la razón de sus mentes, justifican el negocio por sus flujos de caja, la estigmatización y la diferencias de clases, una lucha constante entre ser aceptados y ser parte de un mundo, que aunque teniendo mucho dinero, no significa que pertenezcas allí, o el de ser camuflado con cierto margen de movilidad ante el anonimato o clandestinidad, mientras no sean expuestos.

 

El Asistencialismo por parte del Estado Colombiano, dentro de las crisis humanitarias, a causa del Conflicto Armado Colombiano, o de desastres naturales, o por permanecer en sitios o zonas con altas probabilidades de ocurrencias de un desastre o por las actividades de explotación no formal de los recursos naturales en ríos, minas , altas pendientes en la montaña, ha creado una dependencia de una población que se nutre de esa protección y no supera sus niveles de pobreza o al menos no se aleja de ellos y sigue siendo una población blanco de los grupos ilegales o de los inescrupulosos que les manipulan entre otros en los procesos electorales, eso también debe acabarse en una respuesta eficaz como sociedad se eleven los indicadores de una mejor calidad de vida de esa población marginal, y pase de engrosar la economía formal del país, en las ciudades, como en el campo y no sean tan fácil corromperse ante el narcotráfico o los corruptos por sus precarias condiciones de vida.

 

Un alto de consumo de drogas en el país; de ser solo productores de drogas pasamos a ser un país consumidor, y en un muy corto lapso de tiempo, con el agravante que se convirtió en un multimillonario negocio, que surte las arcas de la delincuencia o de los mini capos de la droga, ya que los grandes jefes o capos en apariencia han desaparecido, lo que permitió que se atomizara el tráfico de estupefacientes en las ciudades principalmente, sabemos que de cierta manera esto no es del todo cierto, existen jefes de grandes carteles de la droga o clanes y jefes de ese micro narcotráfico  o  bajo el cual se agrupan varias ollas, esta situación les genera cierta fortaleza económica y de respaldo por sus grupos para la defensa del negocio o los ajustes de cuentas, y una constante amenaza para el Estado Colombiano por lo obtuso de la violencia y sus jefes, que en solitario o en grupo, pueden atentar contra el Estado o sus Agentes, por las enseñanzas de sus antecesores socios o jefes con olas de violencia urbana.

 

El negocio del narcotráfico también tiene asociadas otras problemáticas, como la del sector de la salud:   la prevalencia de patologías asociadas al estado de salud del consumidor, ha incrementado el de las patologías preexistentes en el consumidor y la aparición de otras patologías, desde las enfermedades mentales y las de contagio como las ITS – infecciones de transmisión sexual- , la hepatitis B y el SIDA.

 

Se ha configurado un cuadro de deterioro general de la salud de las personas por ser consumidores y que comparten desde una sola jeringuilla la aplicación desde una o varias dosis con otras personas o sostienen relaciones amorosa o de parejas sin las debidas protecciones que amerita dichos contactos en coherencia con la autoprotección y la protección del otro.

 

Un nuevo elemento a contemplar dentro de los rezagos avances del consumo de las drogas de entrada y de las fuertes, no se tiene una cultura en esos términos personales y de salud, luego la problemática es cada vez más profunda e insostenibles en términos del sistema de salud y de los grupos poblacionales afectados, en cuyo respuesta, el sistema de salud se queda corto,  y en su abordaje no alcanza a ofrecer un paquete más grueso en la atención de la salud y terapéutico y/o de espacios controlados para el consumo, bajo criterios más sanos y seguros, técnicos si se quiere.

 

Aunque suene disonante o  paradójico, la regulación es un tema de no menor importancia, sobre todo en el de la marihuana, un tema de hondo calado y un gran peso específico y que impacta de manera directa no solo las políticas de Salud Publica sino también del Ministerio de Hacienda Pública, en el entendido de hacer las cosas como corresponden y no desde la acción punitiva y de contención por parte del aparato judicial y de seguridad del estado Colombiano.

 

Por las implicaciones sociales, económicas, salud y seguridad ciudadana (las ollas, los sopladeros y los cinturones de miseria, que siempre coinciden con manzanas cortadas por los habitantes de la calle con la consabida inseguridad del sector, para los transeúntes y vehículos que pasan o atraviesan esa zona, las económicas,  la caída de los precios de los inmuebles de la zona o la pérdida de valor de los terrenos y las construcciones adyacentes y las de la salud zonas deprimidas, sucias e insalubres por la habitación de estos lugares de los habitantes de calle o en condición de calle y sus patologías por el consumo y asociadas al consumo tanto físicas como mentales, una situación que no ha tenido mayor contención desde la salud pública y su impacto es poco apreciable o difundido . 

 

Las rentas ilegales  nos han dejado un país ya no solo productor, sino de consumo y una línea más para el negocio ilegal y multimillonario por dicho consumo interno e incluso de lejos de otros delitos como el de contrabando de flora y fauna y otros delitos perpetrados por la delincuencia común en las ciudades y en el campo; los territorios blanco del negocio del narcotráfico son tan extensos, que no pueden garantizar la intervención y vigilancia del mismo por las fuerzas armadas, por ello el gran impacto sobre el conflicto lo propino la estrategia área de la fuerza Área Colombiana a todas las estructuras ilegales con sus aviones fantasmas y las fuerzas armadas helicoportadas del ejército en sus Black Hawk. 

 

Desde el punto de vista táctico el territorio  y sus corredores sirven para el tránsito de sus milicias o de los frentes armados  que custodian y/o monitorean los grandes cultivos de marihuana, los sembrados cocaleros y los cultivos de amapola, la distribución y los embarques de los alcaloides entre otros.

 

El dominio de estos territorios y corredores es de vital importancia para la constitución de la hegemonía del grupo criminal más fuerte, y no es nada raro, que sea este el más despiadado, por los resultados en sus luchas en el ascenso al poder o contra sus competidores o en la defensa de su emporio frente a las fuerzas armadas de la de la República de Colombia y/o de sus rivales, que en sus luchas intestinas usan para realizar ataques a los campamentos satélites de sus enemigos o de base para exterminarlos.

 

Corredores en el territorios que son usados por el grupo en combate  para salir de la zona o por el grupo que es expulsado del territorio por sus competidores o por algún grupo al margen de la ley que aún sostienen combates con las fuerzas armadas del país por su ideología o así lo aparentan de una u otra forma y que terminan financiándose a través de la producción de alcaloides, marihuana y otras economías ilegales que les sustentan.

 

Sin duda los territorios son considerados zonas de dominio absoluto por el grupo armado al margen de la ley que lo ocupaba y ante la ausencia del estado, no obstante, ese dominio se refiere a zonas de influencia por sus plantíos y rutas, algunas cabeceras municipales con el tiempo se convirtieron en importantes enlaces como centros de mando con las guerrillas en la selva y de los paramilitares y narcotraficantes desde suntuosas fincas y haciendas cerca al municipio, fueron considerados centros de operación logísticos y financieros, para planear y tener bajo control el acceso y salida de su presencia en rutas estratégicas para el logro de sus objetivos, de su accionar como grupos armados al margen de la ley, en el desarrollo del conflicto y su escalonamiento de la violencia, municipios que fueron copados por una fuerza para su avance delincuencial o porque en la zona estaban los cultivos ilegales, las cocinas o la salida al mar del producto o los corredores de tránsito a pistas clandestinas para su exportación o el desplazamiento de los grupos ilegales o la ruta de sus múltiples contrabandos desde armamento, o su permanencia junto a zonas de explotación de minería ilegal o del robo de  hidrocarburos. En conclusión los territorios nunca fueron fortuitos, tienen un gran valor estratégico para la explotación de las rentas económicas ilegales.

 

Todo este despliegue de poder y fuerza bruta ha terminado con el despojo de tierras, el secuestro, el asesinato, las  matanzas  y el desplazamiento de la población civil que muy a su pesar es obligado a tomar parte por alguno de los grupos y ser ajusticiado por el otro grupo acusándolo de favorecimiento o ser miembro de algún clan o ser agente del estado, así como también han sido arbitrariamente atacados por las fuerzas del orden legalmente constituidas, extralimitando su ámbito y socavando los derechos humanos que al menos a ellos  deben hacerlos cumplir.

 

El despojo de tierras en Colombia ha sido a sangre fuego, se muestra como una constante del conflicto interno colombiano, su génesis en la concentración de la tierra, y la no participación en política, un conflicto bipartidista, y de una gran violencia y cuantiosas víctimas, seguido posteriormente por la aparición de un nuevo actor  del conflicto colombiano, el establecimiento de los grupos armados de extracción comunista e izquierdistas a partir de las guerrillas liberales, enfrentando a las fuerzas armadas de la Republica de Colombia, lucha que termina al pasar el tiempo y el avance de las guerrillas con la creación de grupos paramilitares para enfrentarlos al margen de la ley y que hoy vivimos las secuelas y consecuencias de la degeneración del conflicto en una lucha por las rentas ilegales, mas allá de toda ideología o posición política, nutriéndose del alto y escandaloso flujo del dinero producto de la corrupción política y la narco corrupción de los diferentes estamentos del estado colombiano y las capas de nuestra sociedad.    

 

Millares de asesinatos  y desaparecidos, y cientos de desplazados de los territorios en manos de las irregulares, de las  bandas criminales y las llamados hoy día disidencias, que siguieron su actuar criminal, al no acogerse al proceso de paz del año 2016 celebrado con las antiguas guerrillas de la FARC, hoy en la civilidad y el disenso  democrático; estas disidencias han pretendido seguir siendo guerrillas, pese a que solo a las FARC se le ha reconocido el estatus  de beligerancia (y posiblemente le sea otorgado a lo que hoy es el ELN de seguir en los diálogos de paz), las FARC ya no se encuentran alzados en armas contra la Republica de Colombia, no tienen entonces las disidencias que hacerse pasar como guerrillas o nuevas fuerzas guerrilleras, toda vez que está más que probado sus nexos con grupos narcotraficantes y de su convivencia en territorio extranjero de regímenes totalitarios, dictatoriales, en franca oposición a los valores democráticos y republicanos del Estado Social de Derecho de la Republica de Colombia, como una de las democracias más fuerte del continente americano. 

 

Quiero aclarar que el conflicto interno Colombiano en sus inicios y en la gran mayoría de años, se desarrolló en el campo Colombiano, ante la avanzada de la guerrilla a centros poblados y municipios relativamente importantes, y hasta las  goteras de la Capital Colombiana, el boleteo (extorsión), el secuestro y las pescas milagrosas (retenes en carreteras ilegales), un sector de la sociedad se organizó paralelamente a las fuerzas armadas Colombianas, para la defensa de la vida, bienes y capital de este sector organizado como industria de capital, bienes y servicios, cualquiera podía ser secuestrado en todo caso, a través de figuras jurídicas legales y constitucionalmente protegidas, el clamor de esta parte de la sociedad, se organizó en las Convivir, lo cual derivo en la creación de los grupos paramilitares al margen de la Ley, que en menos tiempo, o mejor en menos años su base política  e ideológica degenero en las mismas tropelías que la guerrilla en Colombia, despojando tierras, causando desplazamiento de personas, familias y poblaciones enteras de cascos urbanos y veredales.

 

Las víctimas ascienden a cifras escandalosas, numerosos desaparecidos, miles de asesinatos selectivos, ejecuciones extrajudiciales, múltiples matanzas entre ellas de líderes sociales, defensores de los derechos humanos, sindicalistas, periodistas, plan pistola contra la agentes de policía, el asesinato de líderes políticos, jueces y fiscales, e innumerables víctimas indirectas y directas de cuenta del negocio del narcotráfico en el campo y la ciudad por ajuste de cuentas, retaliaciones entre las bandas y asesinatos de jefes en las luchas por el territorio y la renta de la venta de estupefacientes son incontables las victimas de consumidores.

 

La penetración de la corrupción política y la narco corrupción hacen un coctel demasiado peligroso  para la sociedad colombiana, a la voz de muchos e inclusive de estudios de organismos internacionales y ONGs nacionales e internacionales, el calificativo que se nos ha dado en voz baja es la de un Narco Estado o un Estado Fallido, ante la evidencia del deterioro del sector público, por la cooptación del narcotráfico a todas las esferas del sector público, en la ramas del poder Legislativo, el poder Ejecutivo y el poder Judicial, en los órganos de Control, y en diferentes sectores como el de la Salud, la Policía en especial y  las Fuerzas Armadas, la Construcción y la Infraestructura, y en el desarrollo de los procesos electorales tanto Locales, como Regionales y Nacionales. Sin duda una guerra muy sucia, cruel y sin fronteras, como en todas, pero aquí exageraron.

 

Me he permitido hacer esta narración, en un resumen escueto, bajo la lupa de mi experiencia y recorridos del territorio nacional, y el conocimiento que se adquiere de la realidad nacional, y de las historias y hechos narrados por ciudadanos que ha bien quisieron contarlo o compartirlo con este servidor.

 

En las diferentes ciudades en donde labore, para significar, mi manifiesta preocupación por señalar los grupos armados al margen de la ley y los desafueros de los agentes del estado que se supone  representaban la institucionalidad, y no lo digo por miedo, lo digo por las características del conflicto Colombiano, donde en muchas partes si bien se identificaban los perpetradores de innumerables y execrables crímenes contra la población inerme de los estratos por lo general más bajos de la sociedad Colombiana.

 

Con tristeza y con inquietud  contemplo, como de alguna manera se puede desvirtuar el impacto de los diferentes actores del conflicto, no porque no hayan hecho daño a esta sociedad y en especial a los más vulnerables por su condición socioeconómica, como en el caso de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que despojaron tierras, desplazaron poblaciones y asesinaron a inermes ciudadanos, hicieron más daño que la guerrilla en todo el tiempo que permaneció en la clandestinidad y su modelo y algunos de sus miembros permanecieron y están aún en el negocio del narcotráfico y las demás rentas ilegales en las ciudades.

 

“Las cifras oficiales de víctimas de esta guerra fratricida y de la identidad de los perpetradores”,  están a disposición en entidades como la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y de varias ONGs con peso específico nacional y algunas Internacionales, han manifestado y entregado toda clase de pruebas  ante los hechos de la violación de los Derechos Humanos, los estamentos de la Justicia Ordinaria y de la Justicia Especial para la Paz (JEP), la Comisión de la Verdad, la Asociación de Víctimas, la Agencia de Tierras y de las Agencias de la Presidencia de la República en cuanto a las cifras de los desmovilizados y reinsertados a la civilidad y de su procesos de regreso a la integración a la sociedad colombiana de la ACR (Agencia para la desmovilización de los grupos y personas alzadas en Armas), por la cual se desmovilizaron los paramilitares y la hoy ARN (Agencia para la Reintegración y Normalización de los grupos alzados en armas), que reinserto a los combatientes y milicias de las FARC- EP, grupo que firmo el proceso de paz en Colombia desde el año 2016.

 

Están claras las cuentas del número de víctimas por desplazamiento de poblaciones enteras, el desarraigo desde sus tierras y modos de producción, ante la arremetida de los actores del conflicto ya no por enfrentamiento de facciones ideológicas, sino del arrebatamiento de tierras productivas a punta de bala y sangre, la presión de los ejércitos del negocio del narcotráfico, la desaparición forzosa de personas y de personas protegidas, el asesinato y la desaparición de líderes sociales y militantes de otrora grupos armados al margen de la ley que se encontraban en condición del abandono de las armas ante los procesos de paz, el asesinato y desaparición de quienes se acogieron al proceso de paz actual y de reclamantes de tierras perdidas en el desarrollo del conflicto interno Colombiano, son más que representativas, estadísticas precisas y gruesas de la realidad vivida por el país en más de sesenta (60) años de una guerra fratricida.

 

La postración de la Justicia Colombiana, rendida a la marea del flujo constante del dinero de la narco corrupción en Colombia o de la amenaza de muerte si este o aquel Juez, falla o se atreve a abrir investigación de los sonados casos y de aquellos casi anónimos es brutal y no hay forma de hacer justicia, de la transversalidad de una justicia que no nos pudo proteger a todos, el boicot al proceso de paz y a la Justicia Especial para la Paz, una justicia transicional, detenida por interese no santos por parte de la clase dirigente y círculos de poder para mantener su statu quo o el del establishment, es cercenante y desesperanzador, diría que aquí hay una veta de la investigación, una pregunta problema sería: “¿por qué no opera la Justicia en Colombia?”. La respuesta a esa pregunta quizás sin proponerlo se ha contestado, es difícil administrar justicia en un país sumido en tan largo conflicto y la degradación de las instituciones y sus fuerzas militares, apenas estamos empezando a ver la luz, falta un arduo camino para restablecer la confianza y la garantía de un ejército fortalecido y el control de la instituciones dentro del marco de la civilidad de una nación fuerte y en paz.

 

Cuantificar y buscar más víctimas y atropellos no nos dará una salida más pronta y equilibrada, que como he dicho anteriormente, dicha información ya está levantada, y es tal el peso del acervo probatorio en este mar de sangre que ha producido el Conflicto Colombiano,  que se convierte ya de por si en oprobioso y abrumante, son tantas fechorías y crímenes que ya muchos están en el olvido por el pasar de los años y quizás ya no se encuentren o se puedan probar algunos y se haga justicia, una herida que aún no se cierra, nos debemos una estructura, para el duelo a través de una respuesta como sociedad.

 

Soy un ciudadano, que conoció, sabe y ha estudiado el conflicto, nací bajo él y aun permanezco bajo el mismo, por su no resolución a través de los instrumentos creados para superar el mismo y la pernicia que ha agravado la situación del país por la narco corrupción y la corrupción política, que ha permeado gran parte de las capas de la sociedad Colombiana, unido a las fallas de un estado de derecho, no cabe otra que hacer un nuevo tejido social acorde  estos tiempos y vivamos en paz como sociedad y nación bajo un mismo sistema.

 

Nada nuevo bajo el Sol, todo es lo mismo, en otra época, con otros actores, pero, con el mismo fin, ellos sobre todos nosotros, porque no avanzamos como sociedad en la construcción de un verdadero país, es la imposición de unos pocos, del trato desigual, de unos pocos sobre el bienestar general de la mayoría, no cabemos en sus planes, sino es para sustentar su modo de vida, de lo contrario no les importa nuestro destino, no es una conspiración, ni paranoia, ni la manida lucha de clases, es la disrupción para romper los lazos con las ataduras de nuestra pobreza mental y pereza del desempeño férreo en procura del bien común, sobre lo particular, la elección de no seguir destruyéndonos, en el estereotipo de la subcultura mafiosa, de vivir ahora y como sea y morir joven, un modelo del como sea y por lo que sea, es la construcción colectiva de un nuevo presente para todos, con las habilidades y capacidades personales y colectivas para obtener un mejor futuro y no repetir nuestro pasado a manos de unos hombres ambiciosos, crueles y asesinos de nuestras más queridas y sentidas generaciones y de las que nos heredarán. 


Escribe: JUAN GABRIEL LONDOÑO VALDES*











*Archivo Central en Corporacion Autonoma Regional de Risaralda CARDER

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