Escribe: ONÉSIMO VÁSQUEZ POSADA*
El miércoles 17 de junio de 1971 el presidente Richard Nixon en un pomposo discurso anunciaba la famosa "Guerra contra las drogas" Después de 50 años sabemos que fue un conflicto perdido desde el principio.
Que además de manera paragógica a un problema de salud pública le fue implementado una solución policiva-militar; táctica absurda que fue un fiasco, logrando en su práctica todo lo contrario, convertir el comercio de los estupefacientes en uno de los negocios más lucrativos y violentos de la historia, inundando de narcóticos el mundo y sobre todo a la nación norteamericana y además solo ha sembrado de ríos de sangre y dolor el mundo, especialmente a los países andinos; ya que este comercio con ganancias muy rentables se lo tomaron rápidamente delincuentes; personas indeseables de bajos fondos; dejando nulo el control del del estado en su legalidad que hubiera sido lo más lógico y deseable.
Problema sanitario y humano que desnuda la triste relación del individuo con una sociedad inhumana que le rinde culto al consumismo, dejando por fuera la persona en su integridad psíquica y corporal, sociedad que convierte al sujeto en un ente frenético y alienado.
Pero la verdad es otra; esta llamada "Guerra de las drogas “es una maniobra utilizada para implementar una estrategia geopolítica de control y dominio a los países Andinos (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela) y de los países centroamericanos (México, Honduras, nicaragua, etc.)
Además, llenando las cárceles gringas de miles y miles de reos, la mayoría de ellos Afroamericanos y latinos, Varios estudios serios indicaron que esa idea, que podía ayudar a reducir los índices de criminalidad, era en realidad una estrategia del gobierno de Nixon y posteriores gobiernos especialmente los republicanos de subyugar a las minorías negras e hispanas del país.
Esta guerra impuesta baño de sangre y corrupción los países mencionados debilitando sus instituciones hasta el día de hoy.
A la incertidumbre política y de servilismo y corrupción de nuestras instituciones se suma la degradación del medio ambiente; efectuando alegremente fumigaciones toxicas; como el triste celebre Glifosato o el Paraquat, herbicidas que envenenaron y envenenan bosques y personas impunemente.
En 1975 por ejemplo en una de las primeras acciones de la “guerra contra las drogas” financiadas por Estados Unidos fuera de su país, los sembradíos de marihuana en la Sierra Madre de México empezaron a ser rociados con Paraquat (un peligroso herbicida). Los contrabandistas igual movieron la flor con el agroquímico para traficantes que la vendían en Estados Unidos. Tres años después, la Universidad de Mississippi analizó decenas de muestras confiscadas en California, Arizona y Texas: un tercio presentaban concentraciones elevadas de Paraquat. Usuarios, congresistas, medios y médicos advirtieron del daño pulmonar que podían causar a los consumidores. Tragar apenas media onza (menos de 15 gramos) de Paraquat era básicamente un suicidio, advertía entonces el New York Times.
Actualmente se usa el igual toxico Glifosato en Colombia. El 20 de marzo del 2015, la Organización Mundial de la Salud declaró en Lyon, Francia, que el glifosato es “un probable carcinógeno para los seres humanos”
Nota: en el presente de manera paradójica asistimos a la legalización en más de 25 estados en la unión norteamericana; del consumo y siembra legitimada de marihuana y la aceptación oficial de otras drogas.
En conclusión, una guerra demencial y absurda.
*Poeta, escritor y columnista
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