Barrio Cañarte de Pereira, donde pasividad policial es indiferente a problemas de convivencia
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Barrio Cañarte de Pereira, donde pasividad policial es indiferente a problemas de convivencia


Intersección de Carrera 5bis con calle 38B,
la "manzana de la discordia" por citar el sitio de forma algo simpática

Durante las Fiestas de Navidad y Año Nuevo, es común la algarabía entre los residentes de los distintos sectores, organizando improvisadas pistas de baile en la puerta de sus domicilios con la música a todo volumen o el habitual jolgorio, lo cual es motivo de orgullo para los pereiranos a la hora de describir una ciudad de puertas abiertas.


Sin embargo todas las cosas tienen su límite cuando el disfrute de unos, se torna una verdadera pesadilla para quienes pueden estar enfermos, poseen amplias jornadas laborales o simplemente como en este caso, reclaman derechos tan básicos como el de poder conversar entre casa, dormir, el mero hecho de vivir en paz.


Ni hablar si hay graves retaliaciones con quienes se atreven a hacer la pertinente denuncia, en caso de que los festejos se extiendan a lo largo del día, excedan las fechas de celebración e intenten, de alguna manera, obligar e imponer la falta de respeto, sin contar la resignación a tolerar el acoso sonoro, a través de poderosos alto parlantes o explosivos de venta prohibida.


Incidente inicial


Los denunciantes, cuyos nombres Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA prefirió mantener en el anonimato por razones obvias, manifestaron la vulneración de sus derechos y seguridad personal, luego de ser atacada por el perro de un involucrado.


Todo transcurrió a gran velocidad, cuando una de las víctimas se desplazaba hacia la casa, siendo gravemente lesionada en la pierna.


Tras caer al piso, recibió las sucesivas agresiones verbales del propietario del animal, así como de quienes lo acompañaban departiendo sobre la acera.


Al hacer el reclamar ante lo sucedido, lejos de prestarle ayuda, de dispensarle los primeros auxilios, contando con la complicidad de los demás presentes, el principal responsable advirtió que todos asegurarían haberla visto tropezar, lastimarse al caer contra unas rejas, incurriendo en el delito de falso testimonio y de negar la debida atención humanitaria a cualquier persona herida.


De allí en adelante, sería volumen a todas horas, ataques sistematizados, más bulliying, pero sobre todo mucho odio antes, durante o seguro después de las fiestas.


Ataques deliberados


La irresponsabilidad evidente en el adecuado manejo de animales, habría sido desestimada a pesar de ponerse al tanto a la autoridad competente. De igual manera, ocurrió con todo lo acontecido poco después.


Al parecer, luego de tomar conocimiento de la denuncia, los actos de intolerancia se volvieron más frecuentes. Si antes a una de las víctimas le ensuciaron y rayaron el carro, al mal ambiente generado de forma alevosa, al acoso sonoro, le sucedió la agresión directa.


Según el testimonio de propietarios e inquilinos colindantes a una de las viviendas, en ausencia de las víctimas, habrían inducido a menores de edad a dañar la entrada, llenándola de basura, para terminar arrojando petardos conocidos como "voladeros".


Cabe destacar que dentro del inmueble habitan también mascotas, las cuales podrían haber resultado heridas por las detonaciones al ingresar por el amplio hueco debajo de la puerta, con el alto riesgo de provocar una conflagración derivando en grandes daños materiales.


¿Y la Policía Nacional?


Hasta el momento, los continuos reclamos hicieron oídos sordos en los encargados de mantener el orden público, como si los leyes de convivencia humanas elementales, contra la violencia de género y en defensa de las mujeres estuvieran "de adorno".


Por el contrario de acuerdo con la misma fuente, la policía puso reparos a los demandantes, entre ellos el de suministrarle los nombres de los implicados en las agresiones cuando la relación de las partes está tan deteriorada, al punto de ser inexistente.


Ahora bien, si se supone que los principios de la seguridad residen en la persuasión, disuasión y llegado el caso la represión de cuanto atente contra cualquier ciudadano; ¿por qué no tiene lugar un mínimo intento de conciliación, a fin de evitar males mayores?


En un país donde la solución de los hechos por intermedio de la violencia sigue teniendo aún demasiados adherentes por desgracia, resulta imperativo hacer la debida pausa, anteponer la consecuente voz conciliadora para no seguir alimentando la voracidad de pasquines baratos, viviendo de publicitar las actitudes descalificadoras.


¿O será que al poder de turno, a la sociedad en general, le complacerá más no perderse de la comidilla, del chisme de galería, en lugar de defender su dignidad con decoro?


La falta casi absoluta de cultura ciudadana, también se construye con el mal ejemplo, la justificación fundada desde el desprestigio del otro, influenciando a los niños al imitar la calumnia gratuita de los mayores. Probablemente, a futuro será peor.


De cualquier manera; ¿que puede esperarse cuando en barrios de Pereira como Cañarte, donde la policía no pone comparendos ni siquiera a los dueños de las mascotas que ensucian la calle, con la consiguiente afectación a la higiene o la salud pública?


Fuente: DIARIO EL POLITICÓN DE RISARALDA

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