Colombianos en su inmensa mayoría, a favor de la Reforma a la Salud
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Colombianos en su inmensa mayoría, a favor de la Reforma a la Salud



Escribe: CARLOS ALBERTO RICCHETTI*


Cómo quien dice, a los medios masivos de comunicación se “les volteó la tortilla”. En otro claro intento de desestabilización, RCN intentó organizar una de sus tantas encuestas amañadas, pero les salió el “tiro por la culata”. El 77% de los encuestados desnudó la expresa voluntad del país de un cambio total en el área de salud.


Sin embargo, otra vez los intereses de la orgullosa clase política multimillonaria con destellos de menesterosidad, utilizando artilugios ilegales, hizo hundir dicha reforma por intermedio de congresistas “prepagos” incurriendo en uno de los mayores escándalos de conflicto de intereses de los cuales tenga memoria la historia del país.


La “danza de los millones” de las EPS no tiene nada que envidarle a la de la venta de Panamá, porque mientras la última fue la consecuencia de rematar el país por parte de los mismos apellidos involucrados, la actual llevaba el propósito espurio de seguir haciendo negocios con la atención médica, destinada a la corrupción y a lavar dineros “calientes” de las campañas políticas.

Así, quienes tienen la desfachatez de señalar presuntas irregularidades de la administración Petro, son los mismos que se llevan “a paladas” los fondos correspondientes a uno de los principales derechos fundamentales.


Robo en despoblado


Los métodos para llenarse los bolsillos a expensas de la pésima atención a los usuarios, no son tan sofisticados como algunos creen. Son habilidades “de manual”, antes llevadas al extremo con la complicidad de los gobiernos uribistas de los últimos veinte años y hoy, por causa de los nexos con el poder político o económico.


Basta con ir a cualquier EPS para sacar conclusiones propias, acerca de la forma en la cual obtienen rentabilidad a expensas del personal médico, de enfermería y maestranza en ocasiones tercerizado, puesto a trabajar a destajo en jornadas agotadoras a cambio de salarios de miseria.


De igual forma es notable la permanente deficiencia de la conectividad, donde a las arduas horas de espera cabe agregar las interminables demoras producto de las frecuentes caídas del sistema, sin contar las de obtener una impresión legible de las recetas. En cuanto a obtener los medicamentos desde luego pagos, eso forma parte de la tragedia diaria de cada paciente al deber obtenerlos de otra dependencia, si es que los logra conseguir.


Las urgencias forman otro capítulo aparte. Las EPS contratan a un puñado insuficiente de médicos para brindar cobertura, bajo la estricta recomendación de recetar analgésicos de uso corriente, evitando en la medida de lo posible autorizar el suministro de medicamentos complejos de alto costo y derivar a tratamientos adecuados, so pena de perder el empleo.


Otro ejemplo es la difícil situación de los pacientes oncológicos o aquellos demandando costos onerosos. Gracias a la Constitución de 1991, es posible elevar una tutela ante la virtual negativa de brindar la cobertura adecuada, con el consecuente precio de tiempo que termina por dar al traste con la vida del paciente, mientras las prestadoras se “ahorran” la reinversión de su dinero.


La postal diaria son los turnos rotativos a costa del descanso adecuado del profesional, con salas atestadas de usuarios pasando días, noches enteras, para poder ser atendidos, cuando no se desmayan o mueren porque el cuerpo no les responde y la frutilla del postre, es cuando los médicos, desbordados agotados, mandan a decir al personal hospitalario no poder recibirlos.

Entonces, el lógico fastidio de los usuarios, comienza a manifestarse a través de fuertes discusiones hasta concluir a veces en violentas grescas, donde los usuarios pelean con la enfermera, el profesional de turno, mientras los dueños, los directores de las EPS están muy tranquilos haciendo nada más que devengar ganancias mal avenidas.  


Por esa razón, cuesta concebir la mera existencia de ciudadanos de estratos medios o bajos, se opongan a las reformas que hacen a satisfacer sus propias necesidades. Puede ser comprensible -aunque no desde el punto de vista ético- contemplar la renuencia de un puñado de millonarios miserables a ceder una parte ínfima de ganancias. Ahora, si los sectores vulnerables están de acuerdo con la continuidad de un sistema perverso, sostenido por ladrones que en lugar de atender cuidados paliativos, usan las contribuciones mensuales de los usuarios para lavar dineros o financiar campañas, como los 9 millones de la EPS Sanitas, no queda nada por hacer.


A como dé lugar


La Reforma a la Salud no es una opción. Precisamente por su profunda vocación democrática, el Gobierno del Presidente Gustavo Petro debiera poner fin de una buena vez a las “jugaditas” de los dueños del poder.


No será una medida autoritaria impedir que la corrupción de la clase dirigente tradicional, apañada desde el poder formal del establecimiento, siga menoscabando el derecho fundamental de los ciudadanos a la atención médica.


La medida va porque va y más, cuando los llamados “democráticos”, llenándose la boca con la palabra “impunidad”, utilizan maniobras fuera de las leyes vigentes de la República porque beneficia sus intereses en desmedro de lo público. La “oposición desinteligente”, ya se cobró en sueldos multimillonarios el hecho de no ir a debatir la propuesta al Congreso. ¿Querrán los colombianos seguirles pagando para defender la “caja chica”, los privilegios, en vez de legislar su favor?

 

En ese sentido, toca pasar el proyecto por decreto. Llegado el caso, si la Corte Suprema cooptada por las cuotas de los partidos del anterior régimen de exclusión social lo tumba, como hizo con el de ayuda a La Guajira, debiera ser intervenida sin dilaciones o bien, tomarse las medidas pertinentes a implementarla de hecho.


La democracia no es un sistema de partidos con elecciones cada cuatro años. Es el cumplimiento a rajatabla de los derechos fundamentales, de una justicia social respetuosa de la dignidad humana, con pleno empleo, oportunidades, educación y salud garantizada. De lo contrario, en la práctica Colombia seguirá siendo además del histórico narco estado paramilitar de público conocimiento, el asiento de la peor tiranía disfrazada de una curiosa libertad apenas útil para morirse de hambre o en la puerta de un centro asistencial, a la espera de un turno inalcanzable.














*Periodista, escritor, poeta, actor y cantautor. Director general de Diario EL POLITICÓN DE RISARALDA y de su suplemento, ARCÓN CULTURAL. Integrante del CIRCULO DE POETAS

IGNOTOS.

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