La periodista y el fiscal
top of page

La periodista y el fiscal



Escribe: CARLOS CORTES *


Al sentarme a escribir estas líneas corro el riesgo de perderme el siguiente escándalo que explotará en Semana. El Fiscal o un testigo de la Fiscalía o un vecino del búnker, romperá su silencio. Parpadearé en la tribuna mientras pasa el monoplaza de Fórmula Uno. El mechón de Barbosita al aire, los manotazos de Vicky Dávila, los gritos de María Andrea Nieto. Mucha atención, urgente, lamentable, insólito. Impactante.


La oposición del gobierno la protagoniza una alianza entre el periodismo fletado de un grupo empresarial y un Fiscal condenado a la insignificancia. Un pacto efímero de poder prestado. Francisco Barbosa lo sabe mejor que nadie: los minutos que le quedan son inversamente proporcionales a la cantidad de titulares que Semana le produce. Con la nueva terna para Fiscal, Gustavo Petro le mandó un 'memento mori' que lo desencajó aún más. La ansiedad del futuro exfiscal se mide también por la forma como ha ido escalando el lenguaje soez hacia el Presidente. De descalificaciones a insultos; de groserías a alaridos.

Mientras tanto, Vicky Dávila se da el lujo de pasarlos a todos por su patíbulo. Hacen fila como corderos, esperan pacientemente su turno para desparramar sus tripas y le dan las gracias sollozando de dolor. Después tendrán que recogerse en harapos y enfrentar la realidad de haber hablado demasiado. Por supuesto, Dávila jamás les advirtió con antelación las contraindicaciones de prenderse fuego en público. El ejemplo más reciente es un conjuro de ambición, ingenuidad y avidez. En marzo pasado, Semana pasó al tablero a Days Vásquez, la exesposa del primer primogénito de la nación. Dávila capitalizó el arrebato y la rabia de Vásquez, acaso le habrá prometido un enfoque que la protegiera y sin duda le echó un discurso: es lo correcto, el país debe conocer la verdad. Como era previsible, de los chats editados y un testimonio incompleto quedaron bonitos indicios de autoincriminación.

En el digiturno de Dávila seguía Nicolás Petro. Pero antes de eso, otra exclusiva: siete días atrás, con media hora de ventaja frente al anuncio público de la Fiscalía, Semana dio la noticia de la captura. Urgente. La licuadora con todos adentro empezó a girar y se prendieron las turbinas de la indignación nacional. Nicolás Petro negó los cargos, en seguida los aceptó, más adelante insinuó un terremoto que tumbaría a su papá, pasaron largas horas de audiencia en tendencia, se diluyó el testigo estrella, el tinto se enfrió, la gasolina se acabó y todos se fueron a su casa a dormir. Vicky Dávila llevaba días guisando titulares, declaraciones y pruebas para dar por cerrado el caso, decretar suficiente ilustración y concluir que la campaña Petro Presidente había sido una empresa criminal (la misma estrategia empleada, en sentido opuesto, para absolver al expresidente Uribe). Pero, como sucede con el clima en Bogotá –donde uno ve el aguacero por la ventana y sale a la calle con paraguas a recibir el sol– lo que parecía cristalino se tornó opaco.


Por ahora, la pirotecnia del CTI de la Fiscalía solo sirvió para que Nicolás Petro confesara delitos propios y terminara de romper la relación con su papá. Con la efervescencia a la baja y arrancando un puente festivo que aparecía en el calendario como un bálsamo, Vicky Dávila entrevistó a Nicolás Petro. De entrada, había una incoherencia ineludible: Nicolás hablaba del "momento más difícil de mi vida" precisamente en Semana, artífice y teatro de ese padecimiento. Hay que darle todo el crédito a Dávila. Sus invitados e invitadas parecen resignados a desarrollar una especie de síndrome de Estocolmo periodístico. El titular obvio repicó en los demás medios: "Ni mi papá ni el gerente de la campaña sabían de los dineros que recibimos Daysuris y yo", dijo Nicolás en varios tonos. Vicky Dávila, sin embargo, necesitaba más que eso.


Necesitaba otra cosa. Durante una hora y cuarenta minutos de conversación telefónica, intentó sacarle una declaración que comprometiera al Presidente. Lo ensayó todo: diga sí o no, complete la frase, yo sé que usted sabe, uno más uno es dos, de La Habana viene un barco cargado de, póngale la cola al burro... Nicolás las regateó todas, pero Dávila le extrajo una frase con ganzúa y así encabezó la entrevista: "No me voy a inmolar por mi papá". Capitalizando los errores no forzados del contrario y haciendo gala de la suerte y astucia que le conocemos, Gustavo Petro completó otro acto de escapismo.


El episodio estará diluido hasta nueva orden en los insondables tiempos judiciales. El Congreso, entretanto, quedó engatillado para un juicio político, pero sin mucha munición. Sobrevivió el Presidente y sobrevivimos nosotros. Empezó otra semana, barajamos y volvimos a repartir. Atención, urgente: el ELN quiere asesinar al Fiscal, el gobierno tiene pruebas y las quiere ocultar. Media hora antes del comunicado oficial, conocimos la noticia en exclusiva. Adivinen quién la dio.


*Periodista del portal LA SILLA VACÍA

3 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page